Hace demasiado tiempo que no me siento tan bien como hoy. El trabajo en el hostal me hace sentirme agotado, apático e intransigente. Convivo con mis colegas, los veo hasta en la sopa, cuando como, cuando duermo, cuando cocino y cuando me siento a leer, los veo, por el rabillo del ojo, los veo y no los aguanto y me sabe fatal porque son personas maravillosas, lo que probablemente querrá decir que yo soy el problema. Llevo demasiado tiempo de proyecto en proyecto.

Empezaría todo en Kastelec (Eslovenia), sí, pero continuaría en Siderno (Italia), Città della Pieve (Italia), Crno Jezero (Croacia), Bodrogolaszi (Hungría), Samobor (Croacia), Astudillo (Palencia), Órgiva (Granada) y ahora en Edimburgo. En todos esos lugares conviví con otros viajeros y con varios de ellos – no muchos pero unos cuantos- conecté de sobremanera. Y me traje un pedacito de todos ellos conmigo a cada proyecto nuevo en mi mochila pero ha llegado un momento en que la mochila pesa demasiado, me hunde, y no consigo vaciarla.

Desde niño ansiaba conectar con otros individuos como lo he hecho ahora en mis veinte y puede que por ello, quizá me he pasado de frenada. Del mismo modo que aquel que crece en la pobreza pasa la mayor parte de su vida adulta intentando generar riqueza (y da igual cuánta consiga, siempre querrá más), me he dado cuenta del insondable pozo de soledad que he estado intentando llenar con experiencias y personas que me hagan sentir vivo. Y al mismo tiempo, y para más inri, cuanto más me expongo al contacto social (el mismo que de entrada anhelo) más me convierto en un misántropo. Empiezo a darme cuenta que ningun viaje nuevo colmará ese primer deseo sino más bien agravará la condición recién mencionada. Enorme tópico éste, pero a veces se me olvida que vaya a donde vaya siempre me llevaré a mí mismo y a mis problemas conmigo.

Pero hoy, como decía, me siento bien. Sin saber muy bien cómo o por qué, he conseguido deshacerme del hastío. Quizá es el clima (el sol brilla por primera vez en varios días) o la actuación de esta noche en la que voy a participar (mi colla de castellers, a la cuál me uní hará cosa de dos semanas, actuará como parte del Catalan Film Festival de Escocia). Volver a escuchar el catalán y desempolvar el idioma es un modo de lidiar con todo esto. Al fin y al cabo, cuando hablas otro idioma tu personalidad cambia. En la colla tengo acceso a un contexto cultural que no sabía que añoraba y que me hace sentirme nostálgico por una catalanidad que, en realidad, de joven nunca estuvo ahí. Y es que nunca me he sentido tan conectado con mis raíces como una vez que éstas ya eran inaccesibles.

Vuelvo de los ensayos y de los eventos de la colla con energía renovada y una mirada más empática hacia mis compañeros de trabajo. La distancia me permite valorar sus cualidades, por ello quiero generar más espacio entre nosotros. Realizar mis hábitos diarios lejos del hostal, para disociar trabajo y ocio.

Para ser una mejor versión con los demás, debo darme tiempo a mí. Ese es el objetivo de esta etapa, llegar a ser un antisocial sociable. Desprenderme de todo y todos para volver a disfrutar de todo y todos. Evitar la intensidad ya que ésta embriaga momentáneamente pero también da resaca. No quiero más resaca; me duele demasiado la cabeza.


2 thoughts on “El antisocial sociable

  1. Ole, estás llegando a un equilibrio. Me alegro de que te sientas mejor

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