Lo admito, me he pasado de frenada. Mi cuerpo y alma no pueden más y se han manifestado del modo más estridente posible: desde hace cinco días o así que mis niveles de energía están por los suelos. Es un caso sin precedentes para mí. No es solo que esté un poco enfermo, es que cualquier mínimo esfuerzo físico me provoca un cansancio extremo. Me encuentro entonces en un nuevo proyecto en Croacia, con ganas de corresponder con el entusiasmo del resto de participantes pero totalmente incapaz de ello.
Carl Jung decía que lo que provoca la enfermedad es ir en contra de la propia naturaleza, y creo que es exactamente lo que yo he hecho. Cada proyecto es tremendamente personal, cargado de una energía poderosísima (imagina convivir con 15 jóvenes, cada uno único a su manera, con vibraciones particulares y específidades a las que adaptarse), y en los últimos meses yo he encadenado varios, he cruzado media Europa, puesto al día con viejos amigos, renovado una casa en el norte de Italia, me he graduado, despedido de la ciudad en la que viví los últimos tres años de mi vida, creado amistades, me he desenamorado y me he vuelto a enamorar, he cruzado Francia en autoestop… todo ello sin apenas descanso entre medio. Me convencí tanto de que el nomadismo era mi nuevo estilo de vida que me olvidé que en cualquier estilo de vida se necesitan vacaciones. Parar, sea en Barcelona o en cualquier sitio, pero simplemente parar para no hacer nada. No ser productivo, no ser creativo ni trabajador, ni valiente ni un ejemplo. Solo ser.
Me viene a la mente el reciente caso de Ricky Rubio, que decidió abstenerse del Mundial de Baloncesto para centrarse en su salud mental. Fue un palo duro para todos los aficionados de la selección española, por supuesto, pero obviamente la prioridad es la salud del base que tantos momentos de felicidad nos ha dado. ¡Y qué alegría que se empiecen a visibilizar y normalizar estos casos!
En mi caso no siento que se trate tanto de la salud mental como de darle un respiro al alma. No me siento triste ni tengo ansiedad. Sigo sintiendo profundo agradecimiento y estoy maravillado ante todo lo que me ha sucedido estos últimos meses. Simplemente creo que tensado la cuerda al máximo y ahora toca detenerse un segundo para asegurarse de que no se rompe. En Un viaje hacia el corazón, Ascensión Belart invita a reentender los síntomas de cualquier enfermedad como algo tremendamente positivo, un gran indicador de que hay algo que cambiar antes de que el problema se acrecente. Lo importante es escucharlos y reconocerlos, siendo esta segunda parte completamente menester.
Al decantarme por este estilo de vida tengo que reconocer que hasta ahora he llevado carga autoimpuesta de demostrar que se puede vivir siendo un mochilero, durmiendo en la tienda de campaña, de proyecto en proyecto… Y se puede, claro que se puede. Lo que me ha drenado ha sido la necesidad de demostrarlo. Y con ello no me refiero con los demás, sino demostrármelo a mí. No me he dado el espacio para reconocer: «Estoy cansado». Joder, estoy absolutamente reventado. De conocer a tanta gente en tan poco tiempo, de trabajar duro, de cumplir con mis propias expectativas, de ser el hombre que quiero ser todo el tiempo. Y pues, como de costumbre, utilizo esta plataforma para por fin darme ese espacio para expresar lo que de otra manera no sabría cómo. Así que, otra vez, escribo esto más para mí que para vosotros (aunque si puede ayudar a alguien obviamente me hará muy feliz).
Estoy seguro que esto solo ha sido un ligero toque de atención y que en unos días estaré de vuelta al ruedo, pero debo recordarme en el futuro de darle la importancia que se merece a cada proyecto, sitio y personas: no saltar de lugar en lugar y no crear una vorágine de emociones de la que después será difícil salir. Para finalizar me gustaría acabar el artículo mostrando un poema de Rupi Kaur del que creo que ya he hablado en algún otro artículo pero que viene al caso con el tema de hoy:
Un abrazo a todos,
Marc out