Nota escrita en Pompeya el 04/05/23 a las 17:46

Hace poco una muy buena amiga mía me contaba cómo se había enamorado perdidamente de alguien: jamás se había sentido así. Ese hecho por sí mismo ya es tremendamente especial, pero es que encima había tenido la fortuna de ser correspondida, lo que obviamente es maravilloso. Sin embargo, por caprichos del destino, las circunstancias hacían imposible la continuación del que parecía un prometedor romance.

«Es hora de practicar el desapego», me dijo, creando así otra de las muchas frases lapidarias tan característicamente suyas, y pasando a otro tema como si nada.

En aquel momento yo me encontraba realizando el voluntariado del que os hablé hace poco, en el sur de Italia. Me sentía cómodo en aquella pequeña ciudad costera llamada Siderno, acogido por su gente y distraído con las actividades del proyecto. Era feliz yendo pasear por el mar, tocando la guitarra y cantando con otros voluntarios, conociendo a otros jóvenes de alrededor del mundo. Era consciente entonces de mi satisfacción y ahora lo soy más.

Los días se fueron sucediendo y llegó el momento de las despedidas, de los «ya nos veremos» o «estamos en contacto». No es la primera vez que realizo un proyecto y sé que con las únicas personas con las que realmente mantienes el contacto son con las que te resultan muy especiales. No por que no hayas disfrutado de la compañía del resto, sino porque hay un momento para todo y porque saber dejar ir es una cualidad igual o más importante que la de crear lazos. Y es una sensación que después de años viajando ya encuentro de lo más placentera; saber crear vínculos en el momento presente, sin pensar en lo que vendrá porque al final el futuro no es más que niebla que distorsiona la única realidad veraz existente, que es la que brinda el momento presente.

Dicho esto y volviendo al tema del artículo, este proyecto de dos semanas ha tenido un impacto en mí mayor del que esperaba. Ayer me encontraba de camino a mi siguiente destino aceptando que justo cuando empezaba a conocer aspectos de lo más interesantes de otras personas me he visto obligado a decir adiós. Y reconozco que me ha molestado. Porque sí, mantendré el contacto y volveré a ver a esas pocas personas con las que de verdad he sentido que la exploración de su filosofía de vida o vivencias ocurridas enriquecían las mías, pero eso no quita que sea complicado ahora seguir viajando. Decir ciao y a otra cosa.

Pero es lo que toca y en realidad, me alegra que sea así. Viajar es un aprendizaje constante y ahora, citando a mi amiga, es hora de practicar el desapego. Porque me espera un viaje por Italia y vendrán nuevos proyectos, personas nuevas y otras a las que hace tiempo que no veo. Vivencias que reafirmarán la importancia de dar el paso y aventurarse a lo desconocido. Y yo lo abrazaré todo.