Mi devoción por las novelas de Sally Rooney, en especial Normal People (Gente normal, en español), es bien conocida por mis allegados y amigos, por eso me parece increíble que haya tardado tanto en escribir un artículo sobre ello. Si bien es cierto que incluí las novelas de Ronney en mi recopilatorio de recomendaciones de novelas escritas y protagonizadas por mujeres, Normal People merece un post propio. Aviso, ya de entrada, que si lo que esperáis es una crítica profesional de la obra, este artículo no es para vosotros. Voy a ser tremenadamente subjetivo, nostálgico y voy a divagar sobre lo que para mí ha representado en mi vida esta corta novela. Hablaré, al fin y al cabo, de mí, y de mi relación con la obra.

Hace poco que le recomendé el libro a una amiga, la cuál no tardó en tomarme la palabra y en adentrarse en las vidas de Conell y Marianne. Estábamos pasando juntos la mañana en la playa cuando ella se encontraba en los últimos capítulos de la misma. «Pagaría por encontrarme en la posición en la que estás tu ahora», dije sinceramente, «por volver a leer Normal People por primera vez». El sol actuaba con severidad, y el agua del mar se presentaba más como un refugio para aquel extremo calor. Dejé que ella leyera el desenlace de la obra en solitud, y yo me fui a bañar, pensando en aún en los mundos de Rooney, y en cómo yo me adentré en ellos.

Leí por primera vez Normal People con 18 años. Me encontraba en mi primer año de universidad, en medio de una pandemia, en una ciudad inglesa que aún no había tenido la oportunidad de conocer. Lleno de expectativas, esperanzas y alguna que otra desilusión y desencuentro con la realidad. En ese contexto me hice con la novela, la cuál hablaba precisamente de dos jóvenes que van a la universidad en Dublín. Sé que Irlanda no es Inglaterra, pero como comprenderéis ambas propician un estilo de vida similar, ambas anglosajonas, ambas culturalmente cercanas. Lo que intento decir es que me sentía muy reflejado en la etapa vital de aquellos dos personajes. Y sobretodo, me sentía reflejado en ellos. Tanto en él como en ella, en sus fortalezas y debilidades, intereses e inquietudes, dualidades y contradicciones. Amé la novela con toda mi alma, sabiendo así que mi vínculo con ella nunca sería el mismo que con otras historias. Digamos que hay obras que llegan en el momento adecuado, con las que conectas de un modo especial, y con las que luego tu lado más nostálgico saldrá a la luz. Me sucedió así a lo largo de mi vida con la Trilogía Before de Richard Linklater, con Annie Hall de Woody Allen, con Al final de la escapada de Godard, con El Guardián entre el centeno de Sallinger y con algunas más, en las que se obviamente se incluye la historia de Rooney.

Mi interés por Normal People, sin embargo, no empezó gracias a la novela, sino a su adaptación, la serie de televisión producida por BBC Three y Hulu. Me la vi del tirón en una noche y me gustó bastante, aunque para ser sincero tampoco fue una experiencia catártica. En aquel entonces aún me encontraba en Barcelona, en el primer confinamiento, cursando mi último año de instituto. Si bien la serie no me pareció una obra maestra, observé a mi mente volver a ella recurrentemente en las semanas posteriores, lo que me hizo hacerme con el libro, experiencia que ya he descrito.

Una vez leí la novela y me obsesioné con ella, volví a ver la serie de televisión y esta vez sí que resultó ser una experiencia alucinante. Serie y libro saben explotar las fortalezas de sus medios, aportando matices distintos de la misma historia y complementándose a la perfección, algo que sucede en contadas ocasiones. Y es que quien se haya leído el libro puede notar la implicación de Rooney en las salas de guión.

Desde entonces, habré visto la serie tres o cuatro veces y me habré leído el libro otras tantas. Habré visto la serie junto a varias maravillosas personas, creando recuerdos siempre asociados a la historia de amor de Conell y Marianne; habré regalado o prestado la novela a amigos o parejas que creía que debían leerlo.

Normal People siempre será especial porque, además de ser tremendamente brillante ya por sí misma, para siempre quedará asociado a momentos de mi vida muy duros (parecidos a los de los protagonistas, he aquí uno de los motivos de mi devoción por la obra), y a otros tremendamente hermosos que yo deliberadamente creé, pues quería dejar la impronta, la esencia de la misma obra también en épocas de gran alborozo, propagando así, sin darme cuenta, la misma dualidad de sus personajes en mi vida.

Una vez publicas un libro ya deja de ser tuyo, forma parte del legado cultural de la humanidad, es de todos, y aunque Rooney no lo sepa, yo hice a Normal People mío. Lo marqué a fuego en la piel de mi juventud, lo convertí en un faro de nostalgia, de mis primeros amores, de todo aquello que superé, conversé, viví, amé y lloré. Un recordatorio de lo que fui, y cómo aquello me llevó a ser quien soy hoy; un retrovisor que reflecta el Tártaro, confirmación de que ya no estoy allí, de que voy a algún otro lugar, uno más bello, más calmado, sin pisar el acelerador ni tener prisa alguna, tranquilo, sabiendo que no soy el único al que le costó encontrar su sitio y sus personas en el mundo.