Faltan menos de 48 horas para que termine el año 1963. El Mayor General Peter Young, comandante de las tropas británicas, toma un lápiz verde y traza sobre un mapa de Chipre una línea. Desde ese momento será la frontera que separará a las comunidades chipriotas, la griega y la turca. Su objetivo es tratar de mantener el orden tras los sangrientos sucesos ocurridos unos días antes, conocidos como la Navidad Sangrienta. Desde los años 50 hay constantes atentados terroristas por toda la isla contra británicos, turcochipriotas y grecochipriotas no suficientemente nacionalistas. Chipre ya no es colonia británica desde 1960 pero parte del territorio sigue bajo su soberanía.
Tabla de contenidos
- Comienzo la demolición
- El Imperio Otomano, un Estado singular
- Los Balcanes: pequeños estados, grandes problemas
- El norte de África: el gran reparto colonial
- Oriente próximo: la Gran Guerra y el final del Imperio
- El orgullo logró salvar Anatolia
- La actualidad turca
- En resumen
- Fuentes utilizadas:
Comienzo la demolición
Los británicos llevaban en Chipre desde que en 1878, mediante un tratado secreto, el Imperio Otomano arrendó la isla a los británicos. Los rusos estaban a las puertas de Estambul, dispuestos a conquistarla. La única manera que se encontró de protegerse fue la de convertirse en un protectorado. Los buques de guerra británicos entraron en el Mar de Mármara y los rusos, amedrentados, comenzaron las negociaciones de paz que terminaron en el Tratado de San Stefano.
Este tratado asustaba a las grandes potencias europeas pues creaba una gran inestabilidad los Balcanes. Rusia adquiría demasiado poder mientras que el Imperio Otomano se iba a encontrar en una situación verdaderamente precaria. Además, se reconocían nuevos estados que lo complicaban todo.
Estaba comenzando una época de enormes cambios, cuyo resultado será una continua cascada de guerras y violencia que seguirán hasta el día de hoy en muchas de sus antiguas provincias.
La desaparición del Imperio otomano tuvo una enorme importancia en la época, pero un siglo después siguen afectando a millones de personas en 3 continentes.
El Imperio Otomano, un Estado singular
El Estado fundado por la dinastía otomana surge en el s. XIII que rápidamente se convirtió en una auténtica superpotencia, la única musulmana hasta ahora. Durante siglos rivalizó con los estados más importantes de Europa, a los que llenó de terror. Fue una amenaza constante para el corazón europeo. Los otomanos estuvieron a punto de tomar Viena en dos ocasiones, en 1529 y en 1683. En ambos casos la salvación europea fue casi milagrosa.
La singularidad otomana residía en que se trataba de un Estado multiétnico y multirreligioso. Sus súbditos pertenecían a diversas religiones, especialmente cristianos de todo tipo (ortodoxos, católicos, armenios, coptos…) y musulmanes (suníes, chiíes…). No se trató seriamente de hacer proselitismo religioso por lo que en numerosas partes del imperio, sobre todo en los Balcanes y Oriente Próximo, convivían diferentes comunidades religiosas en una relativa paz.
Esta situación comenzó a truncarse con el nacimiento de las ideas nacionalistas a comienzos del s. XIX que, junto con la debilidad mostrada durante el siglo anterior, darían como resultado no solo la violencia étnico-religiosa, con grandes movimientos de población, sino el surgimiento de nuevos pequeños reinos independientes con constantes roces y conflictos que ensangrentarían los Balcanes durante 200 años.
Los Balcanes: pequeños estados, grandes problemas
El s. XIX fue un desastre para los otomanos en los Balcanes. El «Enfermo de Europa» lo estaba perdiendo todo a una velocidad pasmosa. Desde siempre, los otomanos habían permitido la existencia de numerosas entidades étnicas y religiosas diferentes. El ideal de los estados nación, nacido con las Guerras Napoleónicas, reactivó los sueños de estas minorías de obtener no solo cierta autonomía sino la independencia.
Grecia lo consiguió en 1830. En la larga guerra, habían contado con el apoyo de Francia, Gran Bretaña y Rusia (que obtuvo Georgia y Armenia, toda la costa oriental del Mar Negro). Desde entonces las fuerzas otomanas fueron superadas por los acontecimientos; se reanudaron las revueltas en los territorios aún nominalmente bajo su dominio. Serbia y los principados de Moldavia y Valaquia consiguieron su autonomía hacia 1829.
Moldavia y Valaquia se unieron, en 1861 proclamaron su independencia. En 1867 Serbia, tras una sangrienta nueva revuelta, consiguió que la Sublime Puerta retirara sus últimos soldados del país. Rumanos y Serbios habían conseguido la independencia de facto, pero tendrían que esperar al Tratado de San Stefano para su reconocimiento definitivo.
En 1876 es Bulgaria la protagonista con el estallido de una revuelta masiva. La dureza de la represión obliga a la intervención de las potencias europeas. Rusia era desde hacía tiempo la protectora de los cristianos ortodoxos balcánicos y no podía permanecer inactiva. Además, se le presentaba la gran oportunidad de conseguir su mayor anhelo: el acceso directo al Mediterráneo con la conquista de Estambul.
La siguiente pieza que cayó fue Bosnia. Un territorio de mayoría musulmana, encajonado entre Serbia y el territorio Austro-Húngaro de Croacia y que Viena ambicionaba desde hacía mucho. Las reformas modernizadoras emprendidas no gustaron en la provincia y se produjeron revueltas con miles de refugiados. En 1878 el Imperio Austro-Húngaro no lo dudó e intervino, se produjo una situación realmente rocambolesca; Bosnia nominalmente seguía perteneciendo al Imperio Otomano, pero los austrohúngaros obtuvieron la cesión de su administración hasta que la anexionaron definitivamente en 1908.
En menos de 50 años los otomanos había perdido el control de facto de casi todos los territorios balcánicos. Aún conservaban una franja de territorio que abarcaba lo que hoy es Albania, el norte de Grecia, la República de Macedonia del Norte, el sur de Bulgaria y el territorio europeo al rededor de Estambul.
Todos estos pequeños estados decidieron finiquitar la presencia otomana en los Balcanes. Entre 1912 y 1913 se desarrolló la I Guerra de los Balcanes. El territorio otomano quedaría reducido a poco más que la ciudad de Estambul. El reparto de los despojos otomanos daría lugar a muchos otros conflictos entre los vencedores
El norte de África: el gran reparto colonial
Pero lo más importante estaba por llegar, todo esto iba a desembocar en inmensas transformaciones en tres continentes. La revisión del tratado de San Stefano dio lugar al Congreso de Berlín, en el que se reordenaría la situación balcánica para compensar las ganancias rusas y las pérdidas otomanas. Se iba a convertir en la antesala del delirio colonial e imperialista europeo. Entre 1884 y 1885 se reunirían los estados europeos nuevamente en Berlín para dar el pistoletazo de salida al reparto del continente africano del que solamente se librarían dos países: Liberia y Etiopía. Era la Conferencia de Berlín.
Todo comenzó en 1805 en que los mamelucos de Egipto habían conseguido la independencia de facto. Los intentos otomanos de reconquistar el poder fueron rechazados de forma humillante. Egipto comenzaría una política prooccidental con unas consecuencias que a medio plazo serían devastadoras pero difíciles de predecir.
Argelia, Túnez y Libia también eran nominalmente territorios otomanos. En 1830 Francia decidió iniciar su aventura colonial e invadió Argelia. La guerra en Grecia acababa de terminar y los otomanos no podían hacer nada. Se perdía el control del Magreb de forma definitiva.
La conquista de Túnez no llegaría hasta 1881. En el Congreso de Berlín se descubrió que Gran Bretaña había firmado un pacto secreto que le permitía ocupar Chipre por lo que después de protestar enérgicamente, se le permitió a Francia conquista de Túnez. La excusa fue que el gobierno tunecino había adquirido unas enormes deudas con Francia y, como es natural, querían recuperar las inversiones. Los italianos se quejaron, ellos también querían lo suyo, pero no se les hizo mucho caso.
Los británicos siguieron el ejemplo francés. La inestabilidad política, que ponía en peligro el tráfico comercial por el Canal de Suez, y las grandes deudas adquiridas fueron las excusas que les permitieron intervenir y convertir Egipto en su protectorado en 1882. Nadie objetó nada.
Libia era la última pieza africana. Tardaría un poco más en caer; en 1911 por fin a los italianos obtuvieron su parte del pastel aprovechando otro momento de extrema debilidad. Caerían sobre ella como auténticos buitres sobre los últimos despojos africanos otomanos. La guerra fue oportunista, rápida y cruel. En 1913 el tratado de Ouchy formalizó la conquista. Los escasos 30 años de ocupación no les reportaría casi ningún beneficio ya que aún no se conocía la existencia de sus enormes reservas petrolíferas. Como contrapartida, las arenas del desierto se regarían con una gran cantidad de sangre italiana y libia. Para este tema, es interesante la película El león y el desierto, del año 1981.
Oriente próximo: la Gran Guerra y el final del Imperio
Francia y Gran Bretaña se frotaban las manos cuando en octubre de 1914 los otomanos se unieron a las Potencias Centrales. Habían dudado mucho sobre el bando a escoger y parece que fue un incidente de relativamente poco importante el que desequilibró la balanza, pero que llevaría al fin del imperio. Realmente, las posibilidades de que los turcos pactaran con los países de la Entente eran mínimas puesto que entre ellos estaban sus tradicionales enemigos, Rusia y Serbia, además de Italia. Pero, durante meses, mostraron una postura ambigua.
Justo antes de la guerra, el gobierno de Estambul había encargado dos modernos acorazados a los británicos: Sultan Osman y Reshadieh. Habían costado la friolera de 7 millones y medio de libras esterlinas, sufragadas por suscripción popular. Sin embargo, al estallar la guerra, los británicos decidieron quedarse con ellos y no devolver el dinero. Los alemanes aprovecharon la situación y les cedieron dos de sus buques, los cruceros Goeben y Breslau. Ambos buques burlaron de forma increíble a la Royal Navy, que dominaba el Mediterráneo y llegaron sanos y salvos al Mar de Mármara. Desde allí operarían en el Mar Negro contra la flota rusa.
Este episodio admirable y otros muchos que se dieron en la zona no sirvieron de mucho. Prácticamente desde el comienzo de la guerra británicos y franceses daban por derrotados a los turcos. Es cierto que lucharon con valentía y tuvieron algunos éxitos realmente importantes, como en Galípoli o en el asedio de Kut, pero al final, los británicos avanzaron rápidamente por lo que hoy es Jordania, Siria y Mesopotamia. El reparto comenzó secretamente con el Tratado Sykes-Picot. Las tan ansiadas reservas petrolíferas de Mesopotamia pasaban a manos europeas.
El orgullo logró salvar Anatolia
El Tratado de Sèvres, firmado en 1920, suponía el reparto de Anatolia entre las potencias vencedoras. Los griegos, envalentonados por todos las derrotas turcas desde 1911, comenzaron a avanzar por Anatolia. Pretendían conquistar el mayor territorio posible. La situación era realmente desesperada. Turquía hacía frente a su más que posible desaparición. Es en estos momentos en los que aparecen esos personajes clave en la Historia. Entre los militares turcos surgió la figura de Mustafá Kemal, héroe de Galípoli, que dirigió con enorme éxito al ejército derrotando a los griegos. Se convertiría en Atatürk, el padre de la nueva patria turca y el creador y primer presidente de la república.
Ahora, la tragedia cambiaba de bando. Las comunidades griegas de las costas del Egeo, que llevaban viviendo allí miles años, fueron expulsadas sin miramiento. Lo mismo ocurrió con los turcos del otro lado del mar. Cientos de miles de personas se vieron obligadas a exiliarse y perdieron sus hogares para siempre. El mismo Mustafá Kemal era de Tsalónica, jamás pudo volver a su ciudad natal.
La actualidad turca
Hoy en día, Turquía es una potencia regional muy importante, con una economía en claro crecimiento que la sitúa entre las 20 más importantes del mundo, además de ser un paraíso turístico. Sin embargo, esto está empañado por grandes desigualdades sociales y culturales internas. Estambul no tiene mucho que ver con el resto del país, representa la idea occidental a la que se enfrenta en cierto modo Ankara. Tiene uno de los ejércitos más importantes del mundo, en constante actividad debido al conflicto con los Kurdos. Es un socio fundamental de la UE, sobre todo en lo concerniente al control de la inmigración. Sus conflictos con Grecia son constantes. Lleva años esperando ser aceptada en el club europeo pero todo indica que seguirá haciéndolo indefinidamente.
Sin embargo, los acontecimientos políticos de los últimos años provocan muchas dudas ¿Pretende Erdogán convertirse en líder vitalicio? ¿Quiere devolver a la sociedad turca al camino religioso acabando con el secularismo que impuso Atatürk? La inflación actualmente está casi en un 76% ¿Logrará revertir la situación?
En resumen
La desaparición del Imperio otomano tuvo una enorme importancia en la época, pero un siglo después siguen afectando a millones de personas en 3 continentes.
En los Balcanes aún se viven grandes tensiones, cada Estado tiene sus reivindicaciones con respecto al vecino y la violencia sigue apareciendo de manera periódica.
En África es donde más se pudo ver el egoísmo y la hipocresía más rampantes. El reparto, que comenzó con los territorios otomanos del Magreb, fue sancionado en el Congreso de Berlín. Dio lugar al surgimiento de enormes pero efímeros imperios coloniales creados por la voracidad de la Revolución Industrial. Todos ellos aparecieron, se desarrollaron y se disolvieron entre matanzas y guerras en menos de 100 años. Sin embargo las consecuencias continúan viviéndose hoy día. El proceso de descolonización llenó el continente de fronteras artificiales que no han hecho más que provocar conflictos interétnicos constantes. A todo esto hay que añadir que, aunque formalmente los imperios coloniales desaparecieron hace ya tiempo, continúa un proceso de neocolonialismo que impide el desarrollo y la paz del continente.
Finalmente, Oriente Próximo. Este es quizá el mejor ejemplo de lo que ha supuesto el caos derivado de la desaparición del Imperio Otomano. De nuevo la formación de Estados artificiales (Iraq, Siria, El Líbano, Jordania, Palestina e Israel, incluso la misma Turquía) ha supuesto una fuente de conflictos sin fin y en apariencia irresolubles que hoy en día son un constante quebradero de cabeza para la comunidad internacional. Además se ha olvidado, conscientemente, las reclamaciones de kurdos y armenios.
Fuentes utilizadas:
Hay un océano de publicaciones sobre este tema pues la sombra del Imperio otomano y las consecuencias de su desaparición aparecen casi a diario en las noticias. Aquí muestro las principales obras que han servido para la redacción de este artículo.
- MORATÓ, Cristina, Las damas de oriente. Grandes viajeras por los países árabes. Ed. Plaza y Janés, Barcelona, 2005
- CATHERWOOD, Christopher. A brief history of the middle east from Abraham to Arafat. Ed. Robinson, Londres, 2006
- ROMERO GARCÍA, Eladio y ROMERO CATALÁN, Iván. Breve historia del Imperio otomano. Ed. Nowtilus, Madrid, 2017
- SHAFAK, Elif. La isla del árbol perdido. Ed. Lumen, Móstoles, 2022
- BLUNT, Wilfred S. Historia secreta de la ocupación inglesa de Egipto. Ed. Belvedere, Madrid, 2021
- VEIGA, Francisco. El turco. Diez siglos a las puertas de Europa. Ed. Debate, Barcelona, 2ª edición 2007.