Cogimos el pequeño barco hacia Ustica por la mañana, no recuerdo exactamente la hora. Iba bastante lleno, aunque no estaba seguro de si la mayoría de pasajeros eran locales de la isla que habían vuelto de abastecerse en Palermo o visitantes, como nosotros. Era una hora y media de trayecto que en su mayoría pasé durmiendo. También aproveché para hacer algunas búsquedas rápidas en el teléfono: la isla tenía 8km2 y 1300 habitantes. En los 80 encontraron yacimientos arquelógicos que datan del siglo trece y catorce antes de Cristo de poblados prehistóricos. Y yo me preguntaba, cómo puede ser que hace tantísimo tiempo ya hubiera gente viviendo en esta isla diminuta. ¿De qué vivían? ¿Cuántos eran? ¿Cómo acabaron allí? ¿Eran felices? Wikipedia no daba muchos datos. Semanas más tarde y una vez de vuelta del viaje me dediqué a indagar y no pude encontrar mucha más información al respecto.
En tiempos históricos, la isla lleva habitada desde el 1500 por los fenicios. Luego llegaron los griegos que llamaron a la isla Osteodes (osario, en español). La razón de ese nombre es que, como muchas islas de características similares, ésta se usaba para enviar a los desertores a dejarlos morir allí. Más tarde llegarían los romanos y le darían el nombre que posee ahora: Ustica, que en latín significa «quemado». Esto debido a las rocas negras que se pueden encontrar recurrentemente en la isla.
Durante el fascismo, volvió a ser usada como isla prisión y Mussolini envió allí a miles de oponentes políticos, a veces hasta 1500 en un solo viaje. También envió prisioneros de guerra yugoslavos en los 40, muchos de los cuales murieron de tuberculosis y desnutrición.
Bajamos del barco en un puerto diminuto. Delante de nosotros: una carretera que llevaba al centro, montañas verdes y hoteles y sus grandes señales. La gente bajaba del barco y se movía con naturalidad como si supieran a donde iban, y de mientras yo observaba a mi alrededor y no dejaba de hacerme preguntas. ¿Alguien vivirá aquí todo el año? ¿Hay alguna escuela? ¿Hospitales? ¿Trabajo? ¿Cómo son los supermercados? ¿Qué sucede si hay una emergencia y hay que volver a Sicilia rápidamente? Apenas hay cuatro barcos al día que te llevan a Palermo. Nunca había estado en una isla tan pequeña que estuviera habitada y tenía muchísimas preguntas. Ojalá hubiera entrevistado a algún local para salir de dudas, para entender mejor como era ser usticesi, pero no lo hice. Me olvidé de los aspectos prácticos y pasé tres días dedicados a disfrutar de la naturaleza de la isla.
Algunas de esas dudas sí que fueron resueltas de forma natural, eso sí. Recorriendo la isla a pie acabamos encontramos una escuela y un centro de urgencias, por ejemplo, y las provisiones que trajimos no fueron suficientes y acabamos teniendo que ir a comprar a los supermercados de allí (cuyos precios eran, en efecto, desorbitados). Siempre me ha parecido una práctica cruel, la de los negocios que se encuentran en lugares donde el consumidor no tiene más opción que pagar el precio que se le dicte. Aviones, parques de atracciones y sí, islas paradisíacas.
En cualquier caso, todo valió la pena. Con sus modestos 8km2 Ustica ofrecía más de lo que aparentaba. Tenía multitud de rutas de senderismo para recorrer la isla cuya belleza era absoluta. Estas contaban con varias calas rocosas donde uno podía parar a refrescarse y nadar en aguas cristalinas. Fuimos a una piscina natural que se encontraba justo al lado del faro de la isla que me dejó anonadado. Creo que nunca había estado en un lugar tan fotografiable y sin embargo allí me encontraba, en la parte más vacía de la isla, bañándome en aquellas aguas, andando por sus llanuras desérticas, repletas de cactus e iguanas. No estaba masificado ni lleno de turistas. En muchas de las calas en las que paramos éramos los únicos allí. También contribuía el hecho de que no eran especialmente accesibles para niños o mayores, y había que caminar con confianza por esas rocas para llegar a los mejores sitios.
Vimos puestas de sol en horizontes infinitos en diversos puntos de la isla, desconectamos del proyecto y realmente, de todo lo que se asemajara a nuestra vida hasta entonces. Aún a día de hoy me sorprendo de haber estado en un lugar que me resultara tan ignoto como ese, con alguien con quien apenas había tratado tanto, tan alejado de cualquier elemento conocido. Las características del viaje lo convierten casi en un espejismo.
Se cree que Ustica podría tratarse de la isla de Eea de la que Homero escribió en La Odisea, hogar de la hechizera Circe. Odiseo llegó hasta la misma simplemente de paso, se enamoró de Circe y acabó quedándose por un año, pese a ser consciente de la necesidad de proseguir con su aventura. Y lo cierto es que uno se puede sentir identificado con esa actitud, puede empezar a preguntarse, de camino al barco de vuelta, que pasa si lo pierdo a drede, que pasa si me quedo, si me dedico a pasear por sus senderos y nadar en sus aguas. Pero si Odiseo se quedó fue porque Circe se lo pidió. Mi Circe me pidió que nos fuéramos así que eso fue lo que hicimos.