La Declaración de Balfour, un puñado de votos en la ONU y muchos intereses generaron un conflicto aparentemente irresoluble. ¿Podría haberse evitado con la creación de un único estado? ¿sería suficiente con una voluntad real de solucionarlo?
Tabla de contenidos
- Por un puñado de votos
- El mandato británico: Palestina es ingobernable
- La Declaración de Balfour
- Desengaños, violencia y abandono
Por un puñado de votos
El 29 de noviembre de 1947 todas las radios en el Mandato Británico de Palestina estaban encendidas. Cientos de miles de oídos escuchaban atentamente, esperaban. A muchos miles de kilómetros, 57 personas estaba decidiendo su futuro en una votación. En su mayoría, poco sabían sobre la situación de esa pequeña y árida franja de tierra situada al extremo oriental del Mediterráneo. Su decisión, fuera cual fuera, iba a condenar a millones de personas a una nueva locura bélica. Sin embargo ¿quién podía negar el derecho de tener un Estado propio a los hebreos europeos después de la Shoah? Se veía claro el derecho a existir de Israel.
Aquella tarde de otoño, en la sede de las recién nacidas Naciones Unidas, se encendía una mecha que haría estallar la guerra entre el naciente Estado de Israel y el Mundo Árabe. Para que saliera adelante la resolución que generaba la partición de Palestina en dos se necesitaba una mayoría de 2/3. La votación fue muy polémica. Los representantes hebreos habían conseguido retrasar la votación utilizando artimañas legales: hicieron que los representantes favorables al reparto ocuparan el estrado de oradores hasta el final de la jornada. Cuando los representantes árabes se dieron cuenta de la triquiñuela era ya demasiado tarde. Había que aplazar la votación y al día siguiente era Acción de Gracias. Ese día festivo en los EE.UU. hizo ganar unas horas preciosas a los judíos para convencer a los dubitativos. En aquel momento, verdaderamente el tiempo era oro. Los representantes de Grecia, Haití, Liberia y Filipinas sufrieron fortísimas presiones e incluso amenazas. El griego no cambió de idea. Finalmente, la votación se saldó con 33 votos a favor, 13 en contra, 10 abstenciones y un ausente, el representante de Tailandia (del que se llegó a decir que había sido asesinado). Se había votado y sancionado la creación de dos Estados separados. La primera vez que se propuso ese tema fue unos cuantos años antes. La Comisión dirigida por Lord Peel (Palestine Royal Commission) entre 1936-1937 tenía por objeto estudiar las causas que habían hecho estallar los disturbios en el Mandato en 1936. En su informe, reconocía la inviabilidad de continuar con el Mandato y recomendaba su partición. ¿Podría haberse evitado todo este dolor y destrucción si se hubiera votado por un solo Estado? Muchos piensan que sí pero nunca lo sabremos.
En cualquier caso, había llegado a su fin una espera que empezó en el año 73 d.C. cuando se dio por finalizada la Gran Revuelta judía. Las legiones de Tito había arrasado literalmente Jerusalén, dejando solo, como muestra de su glorioso pasado, un lienzo de muro visible unos 15 metros sobre el terreno, los restos del Templo. Comenzaba aquí la gran diáspora judía.
El mandato británico: Palestina es ingobernable
Los británicos habían recibido la petición de la Sociedad de Naciones en 1922 para que establecieran un Mandato en Oriente Próximo, en los territorios de lo que hoy son Israel, Palestina y Jordania. Sus tropas ya ocupaban el territorio, junto con Siria, desde que el general Allenby dirigiera la victoriosa ofensiva contra los otomanos en 1917. En 1918 se firmó la paz y en 1920 el Tratado de Sèvres estableció el despiece del Imperio Otomano. Esto se había planeado unos cuantos años antes entre Francia y el Reino Unido. Ya en 1915 se perfilaba la idea del desmembramiento otomano, pero sería en 1916, con la firma del acuerdo secreto Sykes-Pikot, cuando se establecieron las zonas a ocupar y administrar por esas potencias:
– El Reino Unido se quedaba con Jordania, un pedacito del norte de Arabia Saudí, la mayor parte de Irak y Kuwait, con salidas al mar a través de Kuwait, el Golfo de Aqaba y Gaza.
– Francia recibía el Líbano, Siria, y un buen pedazo de la parte sur de Anatolia. Se quedaban con toda la costa.
– Palestina quedaba bajo mandato internacional.
Un año más tarde, en 1917, saltó el escándalo. El gobierno bolchevique de Moscú lo hizo público, pues la Rusia zarista estaba implicada en el reparto, recibiendo el control de los estrechos del Bósforo y los Dardanelos y del Cáucaso otomano.
La Declaración de Balfour
Ese mismo año de 1917 se hacía pública en la prensa una breve nota dirigida por el Ministro de Asuntos Exteriores británico, Arthur James Balfour, al líder de la comunidad judía de Gran Bretaña, el banquero Lionel Walter Rothschild, y cuya finalidad era la de obtener la ayuda de la rica comunidad judía para sus esfuerzos bélicos:
Ministerio de Asuntos Exteriores 2 de noviembre, 1917 Estimado Lord Rothschild, Tengo el placer de transmitirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía con las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida a la consideración del Gabinete y aprobada por el mismo: "El Gobierno de Su Majestad ve con agrado el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y llevará a cabo sus mayores esfuerzos para facilitar la consecución de este objetivo, entendiéndose claramente que no se hará nada que perjudique los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y estatus político de los judíos en cualquier otro país." Le estaré muy agradecido si Ud. pudiera poner en conocimiento esta declaración a la Federación Sionista. Suyo Arthur James Balfour
Desengaños, violencia y abandono
Durante la guerra, los británicos habían mandado al teniente T. E. Lawrence (el famoso Lawrence de Arabia) a que organizara una revuelta árabe. El Alto Comisionado Británico en El Cairo, Henry McMahon, prometió a los líderes (la familia Hachemita, encabezada por el Jerife de la Meca, Husayn ibn Ali) la formación de un Estado Árabe unido e independiente. Todo se basaba en una la correspondencia habida entre Husayn ibn Ali y McMahon. En ella se reconocían las zonas del Imperio Otomano que formarían parte del Estado Árabe apoyado por los británicos y las que no. Respecto al estatus reservado a Palestina, McMahon fue especialemente ambiguo pues no lo mencionó específicamente. Al final de la guerra, tanto Lawrence como Husayn ibn Ali y su familia se encontrarían con la amarga verdad del desengaño.
Como ya hemos dicho, la Sociedad de Naciones cedió a los británicos el Mandato de Palestina. Los británicos necesitaban esos territorios para desarrollar su política en Oriente Próximo, era el puente que unía las fabulosas reservas de petróleo de Mesopotamia con el Canal de Suez.
Desde la creación del Mandato en 1922 se produjo una situación sumamente contradictoria: los británicos habían ofrecido su ayuda para la creación del Estado de Israel, pero a la vez no querían ofender a los árabes aún más de lo que ya lo habían hecho. En realidad, los árabes no veían en la Declaración de Balfour nada más que otro acto imperialista. En 1939 los británicos restringieron la inmigración judía a Palestina por lo que el conflicto con la comunidad ya establecida no se hizo esperar. Se tuvieron que destinar más de 100.000 soldados para intentar asegurar algo que se pareciera al orden público (1 por cada 6 judíos). Todo fue en vano. Palestina era en 1947 el único lugar del mundo donde aún morían los soldados de Su Majestad. Había que abandonar el Mandato.
El libro «Oh, Jerusalén» describe muy bien cómo fueron los últimos momentos de su presencia en la Ciudad Tres Veces Santa:
«Aquella tarde de mayo de 1948, el lamento de las gaitas se extendió por última vez en el laberinto de viejas callejuelas. Anunciaba la salida de los soldados británicos que habían ocupado la vieja ciudad de Jerusalén. Impasibles, marchaban silenciosos en grupos de 8 ó 10, y el martilleo de sus borceguíes puntuaba la melodía. […] Hoy les tocaba el turno a los militares británicos, de abandonar aquellas murallas después de un triste reinado de 30 años. […] los vigías judíos esperaban, armados con metralletas y granadas rudimentarias. Dentro de poco, cuando desapareciese el último soldado, se lanzarían hacia las posiciones británicas abandonadas, una media docena de casas fortificadas que defendían el barrio judío de los ataques procedentes de los barrios árabes que lo rodeaban.»
En realidad, en la resolución nº 181 de las Naciones Unidas se había decidido dar un régimen internacional especial para Jerusalén. Esta sería la primera, y el primer fracaso de una lista demasiado larga.
Fuentes:
LAPPIERRE, Dominique y COLLINS, Larry. Oh, Jerusalén. Ed. Plaza y Janes, Barcelona, 1972
REYES BLANC, Luis. Viaje a Palestina. Ed. Edicionesb, Barcelona, 1999
CATHERWOOK, Christopher. A Brief History of the Middle East. From Abraham to Arafat. Ed. Robinson, Londres, 2006
www.un.org/unispal/es/data-collection/general-assembly/