Hace poco me encontré con un artículo que trata de un hombre que está invirtiendo millones en alargar su esperanza de vida. Después de vender su empresa multimillonaria, Bryan Johnson (así es como se llama) ha decidido dedicar todo su tiempo y recursos a no envejecer. Toma más de cien pastillas al día, recibe el plasma de su hijo y está monitoreado por un equipo de más de 30 especialistas, además de otras excentricidades de un estilo de vida totalmente programado hasta el último detalle.

Los resultados no se han hecho esperar y sí, parece ser que Johnson tiene un físico envidiable y una capacidad pulmonar asombrosa para tratarse de un hombre de 46 años. Pero ¿a qué precio? Leí en una entrevista que él lo hace porque es lo que le hace feliz, y no lo pongo en duda; sin embargo, no puedo evitar echarme las manos a la cabeza al pensar en el afán que tenemos como humanos de agarrarnos a la vida con uñas y dientes.

Yendo más allá de Johnson, pues obviamente él es libre de hacer con su tiempo y dinero lo que quiera, me da la impresión que en las sociedades occidentales actuales se ha perdido la conexión con nuestra mortalidad. Se ha convertido en un tema tabú. No se abraza como parte esencial de la vida, que al fin y al cabo, es lo que es.

Yo empecé a reconciliarme con la muerte a raíz de un libro que se llama Muchas vidas, muchos maestros. En éste, Brian Weiss habla de su experiencia en el mundo de la terapia de regresión, y de cómo tratar los traumas de las vidas pasadas de sus pacientes les ha permitido cerrar heridas. Más allá de eso, y volviendo al tema del artículo, al dejar de entender su vida como un viaje finito, los pacientes dejaron de temer a la muerte.

Más allá de si crees en la reencarnación o no, suelo toparme con la creencia extendida de que además de nuestro cuerpo físico, somos energía (llámalo como quieras) y tenemos un alma que rezuma infitiud. La gente suele decir que por ahí van los tiros, aunque para ellos eso solo son palabras. No son capaces de superar esa mortalidad ¿Cómo aceptar e interiorizar la verdadera inmortalidad del alma? ¿Cómo entender que cuando hablamos de vida también lo hacemos de la muerte?

Yo sentía que en aquel libro había encontrado mi verdad, y por raro que pueda sonar, dejé de temer a la muerte. Lo atribuía únicamente a ello, y aunque no dudo del gran impacto que tuvo la obra de Weiss en mí, mientras escribía éste artículo me he dado cuenta de otro evento que puede que haya sido clave.

En mi primer proyecto de voluntariado conocí a Adri, un chico que cada mañana, antes de que empezáramos con las actividades, se despertaba a meditar. Solía poner una grabación que tenía en el teléfono en la que se repetía el mismo mantra una y otra vez, así durante doce minutos. Él cantaba con la grabación. No tardé mucho en unirme a algunas de sus sesiones y así es como empecé a meditar. En los meses venideros seguiría meditando con aquella misma grabación, repitiendo por centenares de veces el susodicho mantra. Hasta hace relativamente poco que no se me ocurrió buscar el significado de aquellas cuatro palabras (Sa Ta Na Ma) que tantas veces había repetido:

SA es la totalidad de todo lo que fue, es o será. Es el principio y el infinito.
TA es la creatividad, la existencia y la vida que manifiesta el infinito.
NA es la transformación de la conciencia, el cambio, la muerte.
MA es la regeneración y el renacimiento. La experimentación consciente de la alegría del infinito.

Decía Buddha que en lo que piensas te conviertes, y cuando entonamos Sa Ta Na Ma el código evolutivo del universo se imprime en nuestra psique.



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