Ambos estábamos allí, de pie frente al pequeño teatro, dos estudiantes de Bellas Artes, uno con más talento que el otro; y no voy a decir cuál, esperando ansiosos el comienzo del espectáculo de Roy. Miré de reojo a Will, su pelo rubio caía en mechones desordenados sobre su frente, y sus ojos azules transmitían una mezcla de emoción y timidez. Sus labios parecían querer decir algo, pero permanecían sellados. Me pregunté qué estaría pasando en esa cabecita sueca. Mi atención se desvió hacia el cartel del teatro, con su diseño vintage y las letras doradas que anunciaban el espectáculo de magia: “Arkaiko”.
– Entonces, ¿nunca antes has estado en un espectáculo de magia?
– No, la verdad es que no. Nunca me llamó mucho la atención, ¿sabes?
– ¡Vaya, realmente te estás perdiendo algo asombroso! La magia tiene ese poder de sorprendernos y hacernos creer en lo imposible.
¿Hacernos creer en lo imposible? Va a creer que te has fumado algo, o peor; va a creer que eres un frikazo que se pasa las tardes de domingos jugando a “Dungeons & Dragons”.
– Ya, supongo que no he tenido muchas oportunidades para presenciarla. ¿Qué es lo que tanto te gusta de la magia?
– Antes que nada, dejemos de llamarlo “magia”, para mi es “Ilusionismo”.
– No veo la diferencia.
– No hace falta que la veas. El ilusionismo es construir sobre vacío. Tener una idea, una idea imposible. Y construir debajo un sistema para que ese imposible, parezca imposible pero no sea imposible. ¿Me explico?
– No.
– Pongamos, que quieres hacer que algo vuele. Por ejemplo, una pelota.
– Eso sería tonto.
– Touché
¿Ahora hablo francés?
– Sería mejor que un coche volara.
¿En serio? ¿Un coche?
– Vale, un coche, pero lo importante es que quieres que la gente vea que vuela de verdad, no quieres que la gente sepa que hay un cable o una superficie que aguanta el coche. ¿Me sigues?
– Más o menos…
– Vale, pues el ilusionismo sería encontrar el hilo más fino, la superficie más transparente, el punto ciego, para que la gente a tu alrededor vea un coche flotar. Sin sentido, pero mágico. Eso es lo que me gusta, primero que los trucos me dejan sin aliento, y luego lo que hay detrás, el mecanismo por así decirlo, que es aún más impresionante.
– ¿Y siempre quieres saber lo que hay detrás? ¿Siempre quieres conocer el truco?
– No siempre, muchas veces a amigos cómo el mago que vamos a ver ahora, le pido que no me cuente el truco. Porqué prefiero quedarme con ese primer contacto con el efecto. Esa primera bofetada de no saber qué está ocurriendo.
– Así, tal y cómo lo explicas, parece interesante.
¡Y cinco puntos para Lucas y sus frikadas! Por fin parece que Will me presta atención. Baile mental de felicidad.
– ¿Vamos entrando? parece que esto empieza ya.
– Sí, pero antes tengo que ir al baño, espérame dentro, Will. Coje sitio, las butacas no están numeradas.
Tú puedes Lucas. Tú puedes. Mea, despacio. Que no crea que vas con prisas. Eso es… Le estoy hablando a mi… déjalo. Se ha sentado en primera fila. Parece que mí discursito mágico ha surtido algún efecto.
– La primera fila es la mejor, así se vive mejor la experiencia.
– Sí, bueno, un tío con rastas me ha dicho que me siente aquí.
Veo que se abre un poco el telón y Roy me guiña el ojo.
– Es el mejor sitio.
El espectáculo se desarrolló cómo siempre. Roy entró, moviéndose cómo solo él sabe moverse, entre el público. Empezó con un juego de cartas, sencillo pero efectista. Luego vinieron los metales; monedas, aros y cadenas. A mitad del show, sacó un hilo rojo. Explicó que era el hilo rojo del destino. Que ata a dos personas, no importaba la distancia. Según lo que Roy decía, el hilo nunca se rompe y une a dos personas predestinadas a encontrarse.
– Roy suele hacer este truco.
Le susurré a Will.
– Suele hacer que aparezca en el dedo de su novia.
Me acerqué más a él.
– Durante los últimos tres años, ha hecho el mismo efecto. A la misma persona. Me parece algo muy especial.
Will me miró y asintió. Pero no de una manera fría. Era un gesto cariñoso. No lo parecía. Pero se que era un gesto cariñoso.
– Ahora mismo, damas y caballeros. Van a ver algo único. Van a presenciar cómo el hilo del destino, ata a dos personas.
¿Cómo? ¿Qué coño ha dicho Roy? No me cambies el truco ahora eh tío.
Will levantó la mano, sorprendido y entusiasmado. Tenía atado al meñique el puñetero hilo del puñetero color rojo.
– ¡Un fuerte aplauso damas y caballeros! Acércate, ¿cómo te llamas?
– Will.
– Encantado Will, veamos. Vamos a tirar juntos del hilo, cómo ves es bastante largo así que más vale ir rápidos o nos tiraremos toda la noche aquí. ¿Listo?
– ¡Listo!
Tiraron, y tiraron. Y el hilo, apareció en mi meñique. Traté de taparlo, estaba enfadado. Pero no se que coño me enfada más. Que Roy haya convertido uno de sus mejores juegos en “First Dates” o no saber cómo puñetas ha atado un hilo a mí dedo. Qué vergüenza.