Antes que nada, dejemos una cosa bien clara: yo no he venido a criticar a Christopher Nolan porque sea un purista del cine independiente ni nada por el estilo. Si me muestro exigente con el cineasta británico es porque nos tiene acostumbrados a un nivel de calidad asombroso. Nunca he sido un gran fanático suyo, pero su brillantez es innegable. Será, sin duda, recordado como uno de los mejores cineastas del siglo XXI. Dicho esto, empiezo esta críticia comentando que Oppenhaimer no me ha convencido.
Oppenheimer tiene ideas interesantes, aunque no consigue llevar todas a buen puerto
Para mí (y es importante destacar que se trata de una opinión personal), lo que no me funciona del largometraje es el guión (escrito por el propio Nolan). Para empezar, me sobra una hora de película. Y ojo, no soy de esos que cree que el problema es que sea de tres horas. Si la historia lo pide, una película puede ser de las horas que haga falta. Pero es que yo creo que esta historia se podría haber contado en menos tiempo, y que habiéndola alargado tanto Nolan va en detrimento de algunos capítulos de la misma.
Bajo mi punto de vista, «Oppenhaimer» tiene una clara división en tres partes: la primera hora sigue una estructura más típica del biopic en la que conocemos al protagonista, la segunda es el clímax de la creación de la bomba atómica y por último tenemos toda la trama política con Lewis Strauss, que Nolan relata en blanco y negro.
La primera parte me parece brillante, de lo mejor que he visto en mucho tiempo. Nolan coge lo mejor de la estructura convencional del biopic y lo lleva a su terreno. No deja de bombardearnos con imágenes y escenas que nos permiten conocer a nuestro protagonista en un ejercicio de poesía cinematográfica.
La segunda parte, la sustancia de la historia, es, en teoría el plato fuerte. Todo lo que envuelve la bomba atómica captiva y horroriza al espectador, pues uno se pregunta que cómo es posible que pudiéramos llegar a este punto. Pese al impacto que tienen algunas de sus escenas en mí, aquí Nolan me empieza a perder. Pese a trartarse del clímax de la misma, me parece que ya hay ciertas partes del film las cuáles se ven perjudicadas por el frenético ritmo del cineasta británico. Es imposible aumentar la tensión durante tanto tiempo sin causar fatiga, y a mí ciertas tramas me generaron resistencia.
La tercera y última parte, en blanco y negro, no se centra tanto en el personaje de Cillian Murphy y da protagonismo a la historia de Lewis Strauss, interpretado por un inspirado Robert Downey Jr. ¿Qué decir de esta última hora? Me parece que está genialmente realizada pero no puedo evitar pensar que se trata de otra película distinta. Nolan intenta retratar demasiadas tramas en un solo film, y quien mucho abarca, poco aprieta. Sin embargo, aplaudo su coraje.
Un producto de calidad cultural inconmensurable
Hay que reconocerle eso sí, una capacidad alucinante de storytelling, pues Nolan entremezcla las dos primeras partes con la tercera en multitud de ocasiones, jugando con el orden cronológico natural de los hechos en pos de la historia que él quiere contar. Importante recalcar esto pues, ya que Nolan mismo ha dicho que esto no se trata de un documental y que él realiza su propia interpretación de los hechos.
Las películas de Nolan suelen dar bastante libertad al espectador para que coja las ideas que más le interese de ellas y se las lleve consigo a casa, y esta no es excepción. Hay tanto en lo que pensar después de ver Oppenheimer… El británico propicia el escenario perfecto para la realización de un diálogo interno interesante. ¿Qué más se le puede pedir a un cineasta?
También tengo que recalcar dos aspectos muy mencionados siempre en las películas de Nolan, pero que no hay que olvidar: el uso de la música y los efectos especiales. En ese sentido sigue en su línea de genialidad.
Por último recordar las brillantes interpretaciones de todo el reparto. Y cuando digo todo, es todo. Empezando obviamente por Cillian Murphy, Robert Downey Jr, Matt Damon y Emily Blunt, pero sin olvidar grandes interpretaciones corales como las de Benny Safdie o Cassey Affleck, el cuál me alegró enormemente volver a ver en la gran pantalla aunque solo fuera por un breve momento.
Todos estos aspectos convierten a Oppenheimer en una película única. Cualquier crítica o preferencia personal que pueda tener nunca obviarán el hecho de que salí de la sala feliz por haber vuelto a ver cine del primer nivel.