Compartimento Nº 6 trata de una chica que viaja en el transsiberiano, desde Moscú hasta Ulán Bator, con el objetivo de alejarse de su desdichada vida en Moscú y de una relación que aún la atormenta. En ese tren desde donde todo se mueve («la nieve, el agua, el aire, los árboles, las nubes, el viento, las ciudades, los pueblos, personas y pensamientos») conocerá a un rudo hombre con el que compartirá compartimento, el cual no dejará de molestarla con sus historias de conquistas sexuales y violencia desmedida.

A medida que el tren avanza, cruzando Madre Rusia, conocemos con cuentagotas el pasado de la muchacha, mientras se realiza un relato del crepúsculo de la era Soviética. Liksom no evita mostrar la crudeza de aquellas tierras, no idealiza o protege a sus protagonistas del juicio del lector, sino más bien lo contrario, y en esa comparación entre la realidad que tenemos enfrente y una tierra blanca de tundra y nevizna, se realiza un contraste de insospechada belleza. Liksom hace de sus extensas y hermosas descripciones un vagón en el que el lector puede cobijarse del viaje que está experimentando por la dura Rusia.

Me es complicado describir la fascinación que me ha generado este libro, pues como digo, Liksom no hace más que poner en prueba la paciencia del lector. Es un ejercicio de esperanza, pues incluso en los lugares más inesperados puede encontrarse el atractivo, el espírutu humano de comunión. Liksom te hace ser partícipe de ese eterno viaje en tan solo poco más de 200 páginas para llegar a una epifánica conclusión.

Sobra decir que, aunque me considero admirador de la adaptación cinematográfica, ésta es mucho más accesible, fácil y comercial. La novela, por otro lado, es una oda al viajero perdido en busca de alejarse de su pasado, en la que no se trata de ocultar lo duro del viaje, a sus veces que las recompensas del mismo.



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