En las últimas semanas se ha hablado mucho de Babylon, la nueva película de Damien Chazelle. Su fracaso en taquilla más la ingente cantidad de críticas negativas del film no auguraba nada bueno y sin embargo, ayer la fui a ver a mi cine de confianza, y tengo que decir que me posiciono como un férreo defensor. No solo no creo que sea una mala película, sino que me parece lo mejor de Chazelle hasta la fecha (que son palabras mayores).
No solo no creo que sea una mala película, sino que me parece lo mejor de Chazelle hasta la fecha.
Babylon es la mayor carta de amor al cine que he visto nunca (con el permiso de 8 ½ de Fellini). Es comedia, drama, magia e incluso un poco de terror (grande Tobey Maguire). Todo encapsulado en 3 horas de largometraje que no se hacen largas: Chazelle consigue evocar todas las principales sensaciones que un cinéfilo puede llegar a sentir a lo largo de su vida. “What we do here means something”, dice Jack Conrad (Brad Pitt) en la película. No podría estar más de acuerdo.
Chazelle en estado de gracia
Chazelle se atreve con varias tramas narrativas –algunas tienen más peso que otras– que funcionan estupendamente. Margot Robbie y Brad Pitt me parecen lo mejor de la película a nivel interpretativo, y su historia me interesa de sobremanera, aunque no hay que olvidar que otro punto clave de Babylon es que acierta con su protagonista, interpretado por Diego Calva.
Estoy de acuerdo en que el film se desinfla un poco en la segunda mitad, pero sigue manteniendo un ritmo increíble, y de hecho, la mayoría de mis escenas favoritas tienen lugar en esa segunda mitad. La trama de Sydney Palmer, la última escena de Robbie y Calva juntos, Manny yendo al cine en el final del film… Cine en pleno esplendor.
Un diseño de producción magnífico hace que el maravilloso guión se desenvuelva con un Hollywood de lo más glamuroso de fondo, que baila al compás del animado jazz al que Chazelle ya nos tiene bien acostumbrados en sus películas.
Probablemente Babylon no sea del agrado de toda la audiencia. Ya lo dijo Chazelle: “Cuando haces un producto, creo que se convierte en algo diferente. Es algo para el público, y eso incluye a los críticos. A todo el mundo. Y todo el mundo va a tener una opinión diferente sobre la película. Es bueno tener algo que estimule la conversación y el debate y muchas opiniones feroces en ambos lados. Todos sabíamos que la película iba a irritar a algunas personas, y creo que eso es bueno. Más películas deberían hacerlo”. Pese a sus innumerables detractores, lo que Babylon me hizo sentir fue indescriptible. Viendo la escena final no pude evitar recordar la primera vez que vi Cantando bajo la lluvia. Tenía diez u once años y lo que presencié en la pantalla me maravilló. Chazelle coge esa pasión, ese amor tan puro, y lo mete en un frasco al que llamó Babylon. Bravo.