Muros antiguos, fronteras olvidadas

Muchos hablan del limes del Rin y el Danubio, otros muchos del desierto de Siria y Mesopotamia, incluso de Mauritania, África y Cirenaica. Pero yo afirmo que no hay frontera más lejana, salvaje y olvidada que la defienden estos muros. Una neblina perenne nos envuelve. El sol, cuando se ve, parece una nacarada perla que se vislumbra a través de las grisáceas nubes. La humedad lo impregna todo, lo pudre todo. Nuestros doloridos huesos anhelan la luz mediterránea que muchos solo conocemos por los relatos de nuestros mayores, aquellos que, un buen día, se enrolaron para buscar fortuna bajo la sobra de las águilas imperiales y jamás volvieron a pisar su patria. ¿Están estos muros destinados al fracaso?

Aquí llevamos años, dejados de la mano de los dioses. En el sur los bretones viven pacíficamente. Aquí, en el lejano norte, permanecemos encerrados entre los muros de nuestros pequeños puestos a lo largo de la muralla que mandó construir nuestro glorioso emperador, Adriano. Al otro lado solo existe la desolación. Espesos y brumosos bosques se extienden hacia el norte, quien sabe si de forma infinita. En ellos habitan unos seres de fría piel azul como una noche de luna llena y cabellos rojos como el fuego ardiente de la fragua Vulcano. Son inmunes al frío, jamás han oído hablar del miedo y la piedad les es totalmente ajena.

Los pictos son hijos de los espíritus de los bosques, de las ninfas de los manantiales y quién sabe de que bestias salvajes. Tres legiones les hacemos frente de forma constante. El muro nos separa, nos protege, les aísla, aunque eso a ellos poco les importa. Viven libres y jamás se someterán al yugo de nuestras leyes.

El Muro de Adriano fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987 y se extiende prácticamente de mar a mar en la frontera entre Inglaterra y Escocia.
La UNESCO declaró El Muro de Adriano Patrimonio de la Humanidad en 1987. Se extiende prácticamente de mar a mar en la frontera entre Inglaterra y Escocia.
Fotografía: National Geograpy

Así podría hablar cualquiera de los curtidos legionarios destinados a las guarniciones situadas en la frontera entre Escocia e Inglaterra. Este muro que mandó construir el emperador Adriano en el año 122 d. de C. Se trata de la muralla más larga de Europa, casi 120 km, entre el Mar del Norte y el Mar de Irlanda. Tuve la fortuna de verlo hace ya mucho. Zócalos de piedra bien tallada y conservada es lo que queda de él.

Sin embargo, esta gloria romana es diminuto si lo comparamos con el mayor muro construido por el hombre: la Gran Muralla china. Una serpiente de piedra que se extiende en numerosos brazos por el norte del gigante asiático. Según el atlas de The Times, tiene una longitud de 21.196 km. Creedme cuando os digo que es impresionante, sobre todo cuando se ve la geografía por la que discurre. En su mayor parte no parece estar en muy buenas condiciones, pero las partes que más visitan las hordas de turistas, están impecables. Tiene una altura de unos 8 metros y una anchura de 5.

Comenzó a construirse en el siglo V a. de C. y la labor continuó hasta el advenimiento de los emperadores Quing, en el s. XVII. Dinastía tras dinastía, se siguieron construyendo kilómetros y kilómetros de muros que tampoco consiguieron mantener fuera del imperio a los alados jinetes de las estepas mongolas o a los fieros manchúes del norte.

La impresionante Gran Muralla China tampoco pudo contener las continuas invasiones de los jinetes mongoles y los guerreros manchúes. Sin embargo, se continuó construyendo durante muchos siglos para mostrar la superioridad de la cultura china.
La impresionante Gran Muralla China tampoco pudo contener las continuas invasiones de los jinetes mongoles y los guerreros manchúes. Sin embargo, se continuó construyendo durante muchos siglos para mostrar la superioridad de la cultura china.
Foto: Astelus.com

El origen de los muros

La historia de los muros y murallas es tan antigua como las ciudades que empezaron a defender. Aún se observan las bases de los impresionantes muros en Jericó. Muchos la consideran la ciudad más antigua del mundo. Sin embargo, uno tras otro no se han mostrado nada más que como soluciones transitorias y frecuentemente inútiles a largo plazo ante graves problemas de seguridad. Los ricos estados e imperios que pretendían defenderse de los invasores que ansiaban vivir como ellos, en la abundancia, fracasaron. Los invasores de más allá de las fronteras superaron tanto la Gran Muralla como el Muro de Adriano.

Pero los muros no solamente eran meras construcciones defensivas. En la Europa medieval se convirtieron en barreras que marcaban el estatus de las personas. Aquellos que vivían dentro de los muros de las ciudades tenían unos derechos y unas oportunidades que los que habitaban extramuros no podían alcanzar, eran inferiores, casi bárbaros. Pero había también muros internos, dentro de los cuales vivían miembros de una comunidad que tampoco disfrutaba ni de los derechos ni del aprecio de sus conciudadanos. Sus pobladores solían vivir hacinados y en condiciones lamentables, eran las juderías o guetos.

Muros modernos, el mismo destino

Hoy en día se siguen construyendo estas moles creadas por miedos e intereses, que inciden en la separación de gentes. En pequeñas ciudades como Belfast o Londonderry separan a católicos de protestantes. El Ulster, Irlanda del Norte, está lleno de muros coronados por alambres de espinos. El conflicto se diría apagado pero ¿quién sabe si está latente y listo para volver a estallar? Los británicos construyeron en Belfast un largo muro al que llamaron Muro de la paz. Es impresionante sentir la tensión que se respira a ambos lados. Muchos de sus impresionantes murales muestran claramente que esta no es la solución

El Muro de Berlín es ya un mal recuerdo del que solamente quedan pedazos para que la gente no lo olvide. Separó durante casi 30 años a familias que tuvieron la desgracia o la fortuna de caer a uno u otro lado. La extensión física del Telón de Acero se llevó por delante la vida de más de 200 personas que solamente querían libertad. Era otra barrera de hormigón que pretendía frenar lo irrefrenable. Construido por unos adalides de la libertad de los pueblos que se esforzaban en reprimir cualquier intento de disfrutar de ella. Como tantos otros, eran muros destinados al fracaso. Yo aún era un niño, pero recuerdo perfectamente aquella noche de comienzos de noviembre de 1989. Recuerdo las imágenes de la televisión, mostrando la felicidad de miles de personas que por fin lograban reunirse con sus familiares y amigos del otro lado.

Miles de personas comenzaron a reunirse en el Muro de Berlín durante aquellos días de noviembre de 1989 y comenzaron su demolición con martillos traídos de casa. Había llegado el momento de la ansiada libertad.
Miles de personas comenzaron a reunirse en el Muro de Berlín durante aquellos días de noviembre de 1989 y comenzaron su demolición con martillos traídos de casa. Había llegado el momento de la ansiada libertad.
Fuente: Enciclopedia Británica

Entre Cisjordania e Israel hay más de 700 km de otro impresionante muro de hormigón, plagado de torretas y cámaras de vigilancia. Se puede caminar a su lado y atisbar cómo viven los palestinos, bajo la atenta mirada de los soldados israelíes los palestinos en el Campo de Refugiados de Aida, literalmente, pegado al muro. Es uno de los más antiguos, gentes venidas de pueblos destruidos durante la guerra de 1948 lo fundaron nada más terminar el conflicto. Allí, en la antiquísima ciudad de Belén, el famoso artista Banksy tiene una tienda oficial y se pueden ver muchos de sus impresionantes obras.

En este muro, manchas negruzcas e impactos de bala, se mezclan con coloridos murales. Unos hacen pensar en la guerra, los otros en los gritos de libertad de los que se niegan a que se borre su humanidad. Todas esas figuras y colores son susurros que nos cuentan las historias de aquellos que han decidido que la lucha pacífica es el camino. Lo han convertido en un inmenso lienzo donde plasmar la esperanza y la dignidad, que grita en silencio que ni la sombra del más alto muro de hormigón puede aplastar sus anhelos. El arco coronado por una gran llave que da entrada al Campo de Aida es toda una paradoja, pues se dice que muchos de los judíos sefardíes aún guardan las llaves de sus casas en Sefarad, de donde se les expulsó hace más de 500 años.

Lleva años en construcción, Banksy tiene una tienda junto a él y algunos de sus murales más icónicos se pueden ver allí.
Foto: Forbes

Estos son algunos de los muros que he podido ver y ante los que he experimentado sensaciones inolvidables. Sin embargo, quedan otros muchos en el mundo como el que corta la isla preciosa isla de Chipre por la mitad como si hubiese sido hendida por un cuchillo. En España tampoco nos libramos de ello. O el muro que pretende frenar la entrada al paraíso del norte, a los EEUU, por su frontera sur. México está condenado a ser territorio de paso y espera de muchos que ansían una vida mejor en el Imperio. Romanos y chinos eran sin duda muy superiores a los bárbaros invasores, sin embargo no pudieron resistir. ¿Qué puede hacer pensar que los americanos o los europeos lo harán? Sin duda, una vez más, son muros destinados al fracaso.

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