Fui como una muñeca.
Me movía de mano en mano,
pero nunca tomaba acción.
Supongo que, por miedo a tomar una decisión,
a que la decisión se convirtiera en error,
a que el error me hiciera culpable.
Pero ya no hay culpa, hay compasión.
Hay comprensión de que el error es aprendizaje.
Mi error más longevo ha sido la sumisión
y el autosabotaje.
Ahora escucho mi voz
y yo decido el paisaje.