Hace dos días me encontraba sentado en el escritorio de mi habitación, escribiendo parte de un relato en el que ahora estoy trabajando. Tenía que describir una cafetería, y por tanto, estaba enumerando los distintos elementos de la cultura pop que decoraban el establecimiento. Una televisión de los 60, un póster de James Dean y unos carteles de estilo cartoon, que ya había visto varias veces antes y que me llamaron mucho la atención.
Recordaba haber estudiado al artista de aquellos carteles en la clase de Fundamentos del Arte del instituto. Bueno, quizá ‘estudiar’ es un término demasiado generoso: mi profesor habló de pasada, mostrando solo una imagen y mencionando el nombre de su creador. Me olvidé pronto del nombre, pero aquel primer dibujo se quedó grabado en mi retina para siempre, y cada vez que veía piezas de aquel artista, me transportaba a la primera vez que mi profesor me las enseñó.
Una rápida búsqueda en Google resolvió mi incertidumbre: Keith Haring era el creador. Algo me empujó a querer saber más, no solo sobre las obras, sino sobre el propio Haring. Para mi decepción, su página de Wikipedia apenas ofrecía información. En tres breves párrafos explicaba que el creador estadounidense se convirtió en un fenómeno artístico en los 80 y que murió joven, por complicaciones con el SIDA. Al día siguiente me encontraba en una librería del centro, comprando una biografía de Haring, y una recopilación de citas suyas. Puede sonar impulsivo, pero por algún motivo que aún no entendía necesitaba saber más de él. Me leí ambos libros aquel mismo día.
Breve biografía de Keith Haring
Keith Haring, nacido en Pennsylvania en 1958, creció en el seno de una familia de clase media. Flaco y siempre con sus características gafas, todo el mundo destacaba su apariencia nerd. Claramente influenciado por sus dibujos animados favoritos, y empujado por su padre artista, empezó a dibujar a una muy temprana edad. Su apetito por aventuras y vivencias tampoco tardó mucho en desarrollarse. A los 14 ya se estaba drogando en abundancia con amigos del colegio, más tarde tuvo un episodio en el que se entregó a sus creencias cristianas y se convirtió, tal y cómo él recuerda, en un friki de Jesús. A los 17 se escapó de casa y viajó por todos los Estados Unidos haciendo autostop, para volver a casa finalmente meses después. Lo único que se mantenía constante era su pasión por el dibujo. Dibujar, dibujar y dibujar.
Eso le empujó a inscribirse a una escuela de arte en Pittsburgh, dónde elevaría su arte y crearía lazos con otros artistas, en gran proporción, afroamericanos. Aquello le permitió acceder por primera vez al mundo de la cultura negra americana y le fascinó. Durante todos estos años, Haring nunca dejó de trabajar, lavando platos en restaurantes y cafeterías. En una de aquellas cafeterías, encontró escrita en una de las paredes una frase de Louis Pasteur que se convertiría en su lema de vida: «La fortuna sonríe a la mente preparada»
Sin embargo, Pennsylvania no tardó en quedarse pequeña para él, y según sus propias palabras “la única opción que tenía sentido era mudarse a Nueva York”. Y así hizo. Consiguió una plaza en la School of Visual Arts (o SVA) y se fue sin dudarlo un segundo.
El Nueva York de finales de los 70 vivía una época histórica; una revolución cultural y sexual. El graffiti, pese a ser tratado de vandalismo por la mayoría, empezaba a ser apreciado por las nuevas vanguardias artísticas. Haring llegó, desenfrenado, dispuesto a comerse el mundo. Salió del armario y empezó a tener frecuentes relaciones sexuales con hombres. En varias grabaciones recuerda como, en aquellos tiempos, pasaba el 90% del tiempo pensando en sexo. Años de represión, brotaban a la superficie estridentemente.
Empezó también a codearse con multitud de artistas en ciernes, muchos de ellos, hispanos y negros. Siguió pintando prolíficamente, como hizo siempre en su corta vida. Pasaba enorme parte de su tiempo llenando el metro de grafitis suyos, que la gente no tardó en empezar a reconocer. Su pintura también experimentó una transformación; estaba madurando como artista. Empezó a usar su arte como denuncia social, en contra del racismo, la homofobia o la brutalidad policial. Haring, que tenía un instinto para el marketing tan revolucionario como el de Warhol, empezó a repartir sus dibujos en forma de panfletos durante manifestaciones. Se corrió la voz; había un nuevo fenómeno en la ciudad.
Fue durante su periodo en la escuela de arte, que consiguió unas prácticas en una galería de arte. Esta experiencia fue dura para él, ya que entendió por fin los entresijos de la industria. Haring comprendió cómo el arte estaba reservado para elitistas y esnobs. En la primera exhibición que atendió, tuvo un ataque de pánico y salió a la calle, a llorar desconsolado. Él estaba decidido a hacer arte para el pueblo, para la gente de a pie. Un arte para todos.
En un movimiento arriesgado, dejó la SVA después de apenas dos años, y se dedicó en cuerpo y alma a su pintura. Seguía también trabajando muchísimo, para poder sobrevivir. Su esfuerzo dio frutos, y consiguió su primera exhibición en el centro de Nueva York. Aquello marcó el inicio de su ascenso meteórico: empezó a codearse con lo mejor de lo mejor de la ciudad; se hizo íntimo de Madonna y Andy Warhol, y éste último se convirtió en su mentor; saltó el charco a Europa; sus exhibiciones empezaron a ser anunciadas en Times Square.
Haring sin embargo, ante su creciente popularidad, empezó a notar como muchas de sus obras eran falsificadas: se estaba creando un mercado negro de su obra. Decidió coger al toro por los cuernos, y creó la Pop Shop: una tienda en la que vendía su propia obra a precio democrático. Este movimiento fue revolucionario e histórico. Ningún artista antes había conectado con su audiencia de un modo tan directo. Era un “que te jodan” a la industria, ya que Haring dejó de necesitar de intermediarios. Solo con sus exhibiciones y con su tienda ya se hacía de oro. Esto obviamente tuvo un impacto: parte de la élite del mundo artístico (viendo como se les negaba un trozo del pastel) dejó de estar de su lado y Haring pasaría el resto de su vida sin ver sus obras colgadas en ningún museo importante.
Keith nunca dejó de estar implicado en causas sociales, y nunca dejó de pintar por el pueblo, por la gente. Se caracterizó siempre por un altruismo y una ética del trabajo fuera de lo común. Parecía que Haring, que había visto a multitud de amigos suyos morir a causa del SIDA, compensara su miedo creciente a la muerte con un ritmo de trabajo incansable. Cuando lo diagnosticaron a él también, siguió con la misma filosofía de vida hasta sus últimos días. Murió con solo 31 años.
Mejores citas de Keith Haring
“El artista, no solo es un recipiente, también es un intérprete”
“Un verdadero artista es solo un vehículo de aquellas cosas que pasan a través de él”
“Creo que el arte es un producto de un momento, un punto en el tiempo en el que todas tus energías, fuerzas y el ambiente que te rodea se fusionan en la acción de hacer, de crear, de… y en mi caso de dibujar.”
“Dibujar es como el jazz. Improvisas y creas algo juntando pequeños elementos independientes”
“La mejor manera de crear es hacerlo totalmente a ciegas, sin saber qué está pasando”
“Llega un cierto momento en el que debes mirar más allá de la moral general para entender el panorama. Hay mucha gente buena que hace el bien y no necesariamente cumple con el molde de ciudadano modelo que algunas personas claman que todos hemos de ser”
“Ya sea en un museo o en la calle, mi arte interactúa con una audiencia”
“Si iba a dibujar, debía de haber un motivo. El motivo, decidí, sería la gente.”
“Soy quién soy y no me arrepiento de nada”
“Ojalá no tuviera que dormir”
“Ha sido una increíble educadora, la muerte. Sobretodo por tener que enfrentarme a ella a una edad tan temprana”
“Lo que quiero hacer es probar el máximo de cosas posibles antes de que me llegue el final”
“Lo que siempre me ha dado fuerza y confianza ha sido, primero de todo, el apoyo de otros artistas, artistas a los que admiro y respeto mucho más que a los críticos, y segundo, cosas que vienen de personas reales, gente sin formación artística, que no forman parte de la elitista e intelectual comunidad del arte, pero que responde con completa honestidad desde el fondo de sus corazones y almas”
“¿Cómo se puede participar en el mundo sin perder tu integridad? Es una lucha constante”
“Casi todo lo que me ha pasado en la vida ha sido por accidente, suerte o casualidad”
A la pregunta: ¿Cómo el SIDA ha cambiado tu vida? “Soy un completo adicto al trabajo. Me aterra despertarme algún día y no poder seguir haciéndolo”
“Siempre hice lo que quise hacer. Aún lo hago”
“Da igual si hubiera vivido hasta los 75. Siempre habrá nuevas ideas. Cosas que desearías haber podido realizar”
“Aunque pudiera clonarme aún habría muchísimo trabajo que hacer”
“Parte del motivo por el cuál no tengo problema enfrentándome a la muerte es que, de alguna manera, no es una limitación. Podría haber sucedido en cualquier momento y va a suceder en cualquier momento. Si vives de acuerdo a eso, la muerte es irrelevante. Todo lo que hago ahora mismo es exactamente lo que quiero hacer”
Lecturas adicionales recomendadas
Keith Haring (Lives of the Artists)
Simone Doonan
Haring-isms
Larry Warsh