Gasoline rainbow (disponible en MUBI) puede parecer, de entrada, una serie de desventuras inconnexas, sucesos aleatorios en la peripecia que supone a estos cinco chavales llegar desde el Oregón profundo a la costa pacífica, con el único objetivo de poder atender la fiesta The end of the world. Sus protagonistas de la generación Z no es que sean brillantes o excesivamente interesantes y sus conversaciones son fundamentalmente banales, pero los hermanos Ross (directores y escritores de la cinta), saben escribir personajes valientes, rechazados por la sociedad (por motivos de raza u orígen) o por sus padres (problemas de drogas o alcohol), llenos de esa vida que poseen los jóvenes, estúpidamente confiados, naïfs, pero siempre esperanzados, y ahí radica la magia. Son demasiado jóvenes para rendirse; se sienten perdidos una vez acaban el instituto pero tienen un último verano, un último viaje hasta el fin del mundo. Todas las personas que conocen por el camino, las conversaciones estúpidas que mantienen entre ellos, no hacen más que conformar un retrato generacional, uno que sí funciona, que no aburre, que te implica emocionalmente.

Sabes que una película es significativa cuando genera emociones en el espectador, cuando el texto fílmico interactúa con él. Gasoline Rainbow lo consigue, o al menos lo hizo conmigo.

Ese grupo de niños (porque eso es lo que son) no tienen más que el amor que sienten los unos por los otros, una furgoneta y ganas de alejarse del destino que parece que les espera en la América profunda. ¿Qué hacer si no quieren seguir estudiando? ¿Si están hartos? Piensan en esas preguntas mientras recorren paisajes hermosos, superan adversidades y se encuentran con almas errantes.

Los hermanos Ross siguen con su estilo marcado de cinema vérite, y con sus técnicas de filmación no invasivas y el uso de la cámara manual otorgan la sensación al espectador de ser un integrante más del grupo que viaja con ellos, decisión totalmente acertada.

La cinta es hermosa por su puesta en escena y por los contrastes que ofrece: sí, se lo pasan en grande y se pierden en la belleza del viaje, pero ¿qué sucederá después? ¿Acaso ese viaje no será una fuente inagotable de nostalgia cuando sean mayores y hayan tenido una vida insatisfactoria? Me dio la impresión que la cinta era una especie de despedida de la inocencia de la juventud, un réquiem con el que dar paso al desencanto de la adultez en un pueblo minúsculo de Oregón. Todo eso convierte en éste retrato en más melancólico, le otorga valor a las escenas que presenciamos, una oda al inconformismo juvenil, ese que siempre acaba reprimido con las responsabilidades de la adultez.

Sal ahí antes de que sea tarde

Quizá ésta sea mi lectura, quizá ustedes la vean y no les parezca así, pero yo acabé la cinta sintiendo una belleza desgarradora, melancolía de la finitud de la juventud. Casi como si me dijera: Hazlo ahora, antes de que sea tarde, aventúrate, conoce, experimenta y vive. Y luego intenta mantener ese frágil equilibrio, intenta crecer sin dejar de pedirle más a la vida aún sabiendo que tus padres también fueron una vez soñadores inconformistas.


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