AFGANISTÁN: DE TERRITORIO MARGINAL A FICHA CLAVE EN ASIA CENTRAL

Recuerdo aquella interminable columna de BTR-80. Atravesaban el larguísimo puente sobre el río Amu-Daria, el puente Hairatan. Pasaban de Jeyretan, en Afganistán, a Termez, en la RSS de Uzbekistán. Ahora veo las imágenes, observo las fotografías y todo parece lo contrario de lo que en realidad fue. El puente engalanado con rojas banderas ondeando al viento, el nutrido grupo de fotógrafos y cámaras de televisión, los soldados sonrientes saludando desde las escotillas de sus vehículos… La sensación de victoria estaba muy lejos de la realidad. Aquellos mostachudos hombres volvían derrotados. Habían pasado 10 años combatiendo en una guerra estéril. Una potencia más humillada por los bravos muyahidines afganos, entrenados y armados por los EE.UU. En aquel ya lejano 1989 iban a ocurrir muchas más cosas, pero aún no parecía tan obvio, todavía era febrero. Para muchos, este fue el inicio del fin de la URSS.

Pero no fueron los primeros ni serían los últimos. Jamás pasó por mi mente en aquellos tiempos que la gloriosa infantería española también se batiría el cobre en aquellas lejanas e inhóspitas tierras. Aquel 15 de febrero de 1989 estábamos muy lejos de imaginar que también las orgullosas banderas de las barras y las estrellas recorrerían el mismo camino. Fue un aciago 30 de agosto de 2021 y su avanzada tecnología no les había servido de nada. Otra retirada humillante tras 20 años de sangre, sudor y lágrimas.

En toda la historia, solo Alejandro tiene la fama de haber sometido a aquellos indómitos montañeses, aunque su dominio no fue ni total ni permanente. Parece que las grandes potencias no terminan de comprender que el recurso a la fuerza de las armas no sirve para exportar ni revoluciones ni democracias.

Aquella interminable fila de BTR-80 cruzando el río Amu-Daria, entre banderas y cámaras, parecía un desfile victorioso. En realidad, una retirada humillante tras 10 años de estéril guerra. Para muchos fue el comienzo del fin de la URSS
Fuente: vintag.es

Yo era aún un niño, pero recuerdo las imágenes que emitió TVE en las noticias aquel día de invierno del 89 y el magnífico documental emitido poco después en el programa En portada. Eran otros tiempos, otra forma de hacer televisión. Lo he visto nuevamente, después de tantos años. No hubo aquí banderas ni parafernalias para despedir a los últimos paracaidistas rusos abordando el helicóptero. Es sobrecogedor pensar en el futuro que les esperaba a aquellas gentes que aguardaban, con una extraña  mezcla de calma y nerviosismo, la llegada de los talibanes a Kabul.

Aún conservo en casa, con cariño, la gastada enciclopedia en la que leía y releía aquellas apretadas columnas de letra diminuta. Mis dedos recorrían los mapas de los países cuyos nombres escuchaba continuamente en las noticias. Algunos me fascinaban por su exotismo, por haberlos leído miles de veces en los libros de Ciencias Sociales e Historia que teníamos en la escuela o en las novelas de Emilio Salgari o Julio Verne.

Afganistán ocupa un lugar predilecto en esa lista: por un lado, por el Dr. Watson, inseparable amigo de Sherlock Holmes, excirujano militar, retirado del servicio tras ser herido durante la segunda guerra angloafgana. Por otro, por aquella magnífica película protagonizada por Michael Caine y Sean Connery, El hombre que pudo reinar. Se rodó en 1975, la invasión soviética estaba en ciernes ¿Fue acaso un aviso de lo que estaba por venir?

Paradojas del destino, se cuenta que la película favorita de los muyahidines talibanes era Rambo III (1988) en la que se veían reflejados. El cine tiene un poder propagandístico gigantesco, que ha contribuido a crear esa imagen indómita de los afganos. Después han venido otras muchas, pero lo que no cuentan es lo que hay realmente tras el mito. Tampoco cuentan lo que sucede al día siguiente de esos espectaculares finales. Una vez tras otra, Afganistán se convierte en el escenario de unas aventuras con diferentes protagonistas pero tienen siempre a los mismos actores secundarios.

El Gran Juego de británicos y rusos

Todo esto aún quedaba muy lejos de un 12 de noviembre de 1893 que marcó un antes y un después en la historia Asia central. Rusos y británicos habían iniciado tiempo antes sus avances hacia el interior del continente. Querían controlar sus enormes recursos naturales y la Ruta de la Seda. El imperio de los zares estaba dispuesto a hacer de Asia un continente ruso. Años antes, Monroe había dicho aquello de «América para los americanos» ¿por qué no imitarlos? Avanzaban con paso firme hacia el sur por las riberas del Mar Caspio, por el Cáucaso y por Turkmenistán. Sin embargo, los británicos, que sentían la amenaza sobre la joya de su corona, la India, no estaban dispuestos a permitirlo.

La línea Durand divide hoy en día Afganistán y Pakistán. Los británicos anexionaron al Raj la parte sur de Afganistán. Sin embargo, desde 1949 el gobierno de Kabul no la reconoce con lo cual no se trata de una frontera real, no hay ningún tipo de control.
Fuente: worldatlas.com
La línea Durand divide hoy en día Afganistán y Pakistán. Los británicos anexionaron al Raj la parte sur de Afganistán. Sin embargo, desde 1949 el gobierno de Kabul no la reconoce con lo cual no se trata de una frontera real, no hay ningún tipo de control.
Fuente: worldatlas.com

Aquel día de otoño, Sir Henry Mortimer Durand estampaba su firma en un acuerdo con el emir Abdur Rahman Khan. Otro de aquellos incansables trazadores de líneas, mencionados en otro artículo, hacía surcar sobre el mapa la punta de su lapicero. Marcaba la línea que convertía Afganistán en un nuevo protectorado británico. Se creaba un estado tapón con las posesiones rusas y el Raj, la India Británica. Más de la mitad de su territorio pasaba a los ingleses a cambio de una enorme suma de dinero.

El Corredor de Wakhan se estableció como territorio tapón entre el Raj británico y el Imperio Ruso. Si no tenían frontera común se hacía mucho más difícil tener problemas en la zona.
Fuente: ajammc.com

Con ello también nacía una de esas fronteras imposibles: un estrechísimo pasillo encajado entre altísimas montañas, de entre 10 y 60 kilómetros de ancho, y de algo más de 200 kilómetros de largo. Se trata de una zona árida y agreste. En el extremo oriental, en su frontera con China, se encuentra el puerto de Wakhjir, a 5000 metros de altura. Hoy apenas alberga a 12.000 habitantes.

Según narra Ershad Honaryar, corresponsal de la BBC en Irán, en su artículo publicado el 25 de febrero de 2018, tan solo contaba con 16 escuelas. Las mujeres embarazadas debían viajar 10 horas hasta la ciudad de Ishkashim para poder dar a luz en una clínica. El Corredor de Vaján (Wakhan en inglés). Es uno de esos lugares tan apartados y recónditos que parecen no llevar a ningún sitio y, sin embargo, se ha convertido en un lugar que podría ser fundamental para el futuro económico de  China.

El nuevo Estado pasaría a estar bajo la influencia británica. Su actitud durante I Guerra Mundial será fundamental para entender la evolución hasta el presente. A pesar de las grandes presiones internas por apoyar al imperio otomano, Afganistán logró permanecer neutral. 

Independecia y modernización

En 1919, aprovechando el agotamiento del Reino Unido y tras una breve guerra, Afganistán abandona la tutela británica. Comienza un periodo de modernización en el que ya se ve la oposición de dos grandes fuerzas: los más prooccidentales y los tradicionalistas. Es en este contexto cuando nacen las “relaciones especiales” con el régimen soviético. El gobierno de Kabul fue el primero que reconoció a los bolcheviques, que empezó a ejercer su influencia material e ideológica de inmediato. Pero ya en los años 30 también se firmarían acuerdos con los EEUU.

Se impulsaron las reformas para modernizar el sistema político y cultural, al estilo de Atatürk, pero había una gran oposición interna de los sectores más religiosos y tradicionalistas. Las tensiones derivaron en guerras civiles y los cambios en el trono se sucedieron. Sin embargo, a pesar de esta inestabilidad, Afganistan logró permanecer neutral durante la II Guerra Mundial y durante la Guerra Fría. Los americanos lograron una importante influencia en la parcela técnica y económica, a través de la frontera paquistaní. Sin embargo, las estrechas relaciones con la URSS marcaron la política exterior afgana, sobre todo a partir de los años 50. 

URSS contra EEUU

El camino hacia la democracia durante los años 60 facilitó que poco a poco los partidos de índole marxista fueran ganando peso. Los años 70 fueron nuevamente un volcán en erupción que estallaría definitivamente en 1977, con el golpe de estado y la proclamación de la República Democrática de Afganistán. Moscú se opuso a los golpistas pues el gobierno derrocado era afín a sus intereses. En 1978 un nuevo golpe de estado devolvió el poder a los prosoviéticos, lo que desembocó en la invasión del país para sostenerlo en 1979.

Mientras tanto, los EEUU continuaron interviniendo, apoyando logística y militarmente a los rebeldes en todo momento. La derrota soviética dejó Afganistán en el caos más absoluto. Las tensiones internas y luchas por el poder desencadenaron una nueva guerra civil entre 1992 y 1996 que aupó al poder a los talibanes, aunque continuaría hasta 2001. Con ellos llegó la interpretación más estricta de la ley coránica. La situación de gran parte de la sociedad, especialmente las minorías étnicas y las mujeres, se deterioró en grado sumo.

Cuando EEUU decidió iniciar su invasión en 2001, después del ataque contra las Torres Gemelas, conocía muy bien la complejidad de la situación y era consciente de los riesgos que asumía. Dos décadas después, las barras y las estrellas otra vez se arriaban e imitaban a las soviétcas, otro Vietnam. Los talibanes volvían a tomar el poder y con ellos de nuevo la represión de las minorías, la ley coránica…

Pragmatismo chino: comercio y estabilidad 

Ahora parece haber llegado el turno de la potencia emergente del siglo XXI. Viendo el pedregoso y resbaladizo camino recorrido por otros, parece haber decidido utilizar otra táctica mucho más sabia que el uso de las armas.

A diferencia de las anteriores, China es una potencia asiática que parece entender mucho mejor que la agresividad no es el camino. Parece tener claro que su misión no es cambiar ni imponer el gobierno ni la cultura de nadie, solamente hacer que su economía siga creciendo colaborando con otros países, al menos por el momento.

Según la BBC, los 76 kilómetros de frontera con el pequeñísimo enclave del Corredor de Vaján en el lugar más recóndito de China, han adquirido una importancia que puede ser vital. Se cuenta que este fue el camino seguido por Marco Polo para llegar al Celeste Imperio. El gobierno chino lleva más de una década tratando de incorporar Afganistán a sus esfuerzos comerciales y económicos a través de la nueva Ruta de la Seda. Para ello se han estado firmando acuerdos, aportando financiación y construyendo infraestructuras que puedan unir más directamente ambos países.

El proyecto chino conocido como el Cinturón y la Ruta (BRI) lleva desarrollándose desde 2013. Su objetivo es convertir a China en la principal potencia económica mundial, conectando Asia, Europa y África. Es en este contexto donde el Corredor de Vaján se transforma de lugar inhóspito y olvidado en una pieza clave. Una carretera allí, y que más tarde recorra todo Afganistán, permitiría conectar directamente China con Irán y todo Oriente Próximo. Aunque tiene también su vertiente de seguridad nacional. Esos escasos 70 kilómetros de frontera conectan Afganistán con la región autónoma de Sinkiang, de mayoría musulmana. Los problemas en esta región son constantes, se han establecido numerosos campos de internamiento con la intención de que la población abandone sus prácticas religiosas. Pekín insiste en que se trata de una lucha sin cuartel contra el extremismo religioso, en el exterior se ve como un genocidio.

Un futuro pacífico ¿es posible?

China fue el primer país que reconoció al gobierno talibán, como informó Al Jazeera en un artículo publicado el 14 de febrero de 2024. Los grandes intereses chinos en el país hicieron cambiar sus iniciales reticencias de finales del s. XX. El pragmatismo se impone, ambas partes tienen mucho que ganar si colaboran. Pekín (igual que otros países limítrofes con Afganistán) lo tiene claro, más bien hay que tratar con los talibanes antes que mantenerlos aislados.

No nos encontramos con una potencia moralizante, no pretende exportar modelos políticos, ni emplear la fuerza de las armas para imponer sus intereses en esta zona. Sin embargo, para sostener su expansión económica parece que podrían lograr algo que ni británicos ni soviéticos ni norteamericanos lograron: asegurar la estabilidad. Para que el proyecto chino de la nueva Ruta de la Seda funcione necesita paz. No es el altruismo lo que le mueve sino la pura ambición económica. Por todo esto, sería una enorme paradoja que, con estos mimbres, fuera China la primera potencia que buscara la paz de una forma real y sostenida en el tiempo en los belicosos territorios de Asia central.

Licenciado en Historia, la Universidad de Cantabria es su alma mater. Con un pedacito de su corazón entre España, Italia, Irlanda y Polonia. Conversador y amante de las pequeñas y grandes historias. Apasionado de los viajes, la lectura, el cine, la escritura. Disfruta del rugby, la brisa marina, la buena mesa y la sobremesa. Verdiblanco hasta la médula, sufre con el Racing de Santander. Profesor de ELE, Historia y Cultura de España, guía turístico y traductor... Ahora, inmerso en una nueva reinvención, el destino le ha llevado a Bye Bye Viernes.

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