Era ya entrada la noche del 10 de mayo de 1995. El escenario era uno de esos que siempre da brillo a las grandes citas deportivas. Se jugaba la final de la extinta Recopa de Europa. Dos históricos del fútbol español e inglés: el Real Zaragoza, campeón de la Copa del Rey y el Arsenal, vigente campeón de la competición, jugaban por el título. El partido era intensísimo y llegó a la prórroga. Recuerdo aquel partido, aunque era un aficionado neutral, siempre me ha generado cierta simpatía el Real Zaragoza.
Aquel equipo estaba plagado de grandes talentos que ciertamente hacían disfrutar del fútbol. Faltaban segundos para llegar al minuto 120, el árbitro miraba su cronómetro y todos esperaban los penaltis. Justo en ese momento recibió el balón un tal Nayim (123 partidos con los maños), cerca de la banda derecha, dentro ya del campo inglés, pero lejísimos, casi 50 metros. El portero, estaba adelantado y Nayim lo vio. Golpeó el balón con toda su alma y describió una parábola increíble. Seaman reculó y aunque tocó el balón sobre la misma línea de gol, no pudo hacer nada. Cayó al fondo de la portería y allí se quedó, reclinado sobre el césped. Su cara era un poema, no podía creer lo que acababa de pasar.
Hace unos días, casi un cuarto de siglo después, Teresa Perales, nadando contra viento y marea, logró su medalla número 28 en unos Juegos Paralímpicos. Ningún otro deportista español ha conseguido acercarse a semejante logro. Ha igualado al que quizá sea el mejor nadador de todos los tiempos, Michael Phelps.
El drama de una joven llamada Teresa
Aquel título lo celebraron muchísimas personas, entre ellas estaba una joven llamada Teresa Perales que aún no había cumplido 20 años. Lo ha contado ya en varias entrevistas, aquella noche fue la última vez en que pudo caminar con normalidad. Cuando llegó a casa comenzó a sentir síntomas extraños y a los pocos días había empeorado notablemente. Se trataba de una neuropatía que ese mismo mes la dejaría en silla de ruedas.
En la entrevista que le hicieron en el diario El Español cuenta como su juventud fue drama tremendo. Con 15 años perdió a su padre y con 19 se quedó en silla de ruedas. En su edificio, los vecinos no quisieron pagar una rampa para facilitarle en acceso al edificio. Quería estudiar medicina. Aquello parecía el final de todo y sin embargo fue el comienzo de algo maravilloso.
Aquel dramático año de 1995 fue el de su renacer. Comenzó a nadar y comenzó a competir. En el año 1998 participó por primera vez en unos mundiales de natación, en Chirstchurch, Nueva Zelanda, donde consiguió un bronce en los 50 m libres S6. Se estaba preparando algo grande, muy grande y sus entrenadores lo sabían. Tenía 25 años cuando acudió a su primera cita olímpica. Sídney la aguardaba para abrirle de par en par las puertas del Olimpo deportivo. En aquellos Juegos Paralímpicos del año 2000 logró 5 medallas: una plata y 4 bronces. El camino del éxito había comenzado y de qué manera.
Una carrera deslumbrante ¿un futuro para seguir soñando?
Hace unos días, casi un cuarto de siglo después, Teresa Perales, nadando contra viento y marea, logró su medalla número 28 en unos Juegos Paralímpicos. Ningún otro deportista español ha conseguido acercarse a semejante logro. Ha igualado al que quizá sea el mejor nadador de todos los tiempos, Michael Phelps. La hazaña tuvo lugar nada más y nada menos que a unos escasos 8 kilómetros del escenario en el que aquel Real Zaragoza logró aquella legendaria Recopa del 95.
Tiene ya 49 años y se ha tenido que aprender a nadar de nuevo; la parálisis se ha extendido a su brazo izquierdo desde los Paralímpicos de Tokio en 2020. Teresa Perales, nadando contra viento y marea una vez más. A pesar de todo, con su perenne sonrisa, afirmó recientemente, en una entrevista concedida al diario Marca, que espera acudir a los mundiales de natación que se celebrarán en 2025 en Singapur. Además, aunque parezca increíble, no descarta acudir a los Paralímpicos de Los Ángeles en 2028, en los que competiría ya con 53 años. Sea lo que sea lo que le depare el futuro, 8 citas paralímpicas la contemplan y eso es una hazaña al alcance de muy pocos.
Pero lo más importante es que nunca se ha rendido y siempre aparece con una enorme sonrisa. Es una campeona en resiliencia. No estudió medicina pero se diplomó en fisioterapia y fue profesora en la Universidad de Zaragoza, es escritora, conferenciante… Pero, quizá su mejor contribución fue su participación en política. Mucho más allá de las siglas, su implicación es un ejemplo de ciudadanía activa, responsabilidad y concienciación. Los deportistas como ella, que utilizan su visibilidad para promover cambios sociales, son esenciales para inspirar transformaciones en nuestra sociedad.
España, un éxito paralímpico
Sin embargo, aunque sea la más exitosa, es solamente una de las caras del los atletas paralímpicos españoles. Unos pocos ejemplos son Xavi Torres Ramis, Enhamed Enhamed, Ricardo Ten Argilés, David Casinos…
Aunque en los últimos años ha ido decreciendo el número de medallas, España es uno de los países con más éxito. A pesar de sonoros escándalos pasados, nos encontramos en el puesto 12 del medallero general, con un total de 727 medallas en los Juegos Paralímpicos de verano (224 de oro, 247 de plata y 256 de bronce). A esto hay que sumarle las 43 conseguidas en los Juegos Paralímpicos de invierno (15 de oro, 16 de plata y 12 de bronce).
En los Juegos Paralímpicos de París tuvimos una representación de 139 atletas, una cifra nada desdeñable que nos sitúa entre las 10 delegaciones con más participantes. Esto, sin duda, también es un éxito muy grande.
Los Juegos Paralímpicos celebraron su ceremonia de clausura el 8 de septiembre de 2024. España finalmente lograba un meritorio puesto 17 en el medallero, aunque con las 40 logradas, nos colocaríamos en el puesto 12 por número de perseas.
Un final polémico
No obstante, esta edición de los Paralímpicos se despide envuelta en la polémica protagonizada por la gran atleta catalana, Elena Congost, y a su guía, Mia Carol Bruguera. Cuando estaba a punto de concluir la prueba del maratón femenino en la categoría T12 y con la meta a escasos pasos, Mia Carol sintió intensísimos calambres en las piernas, iba a caerse. En ese momento crítico, Elena soltó la cuerda que los unía por un instante para sostenerlo, algo que el reglamento prohíbe y castiga con la descalificación automática. Acababa de perder la medalla de bronce, la medalla número 41 para España.
La medalla estaba asegurada, nadie amenazaba el tercer puesto de Elena Congost; se había perdido la cita de Tokio 2020 por su maternidad por lo que esta competición era realmente especial para ella. Había luchado lo indecible, como Teresa Perales, nadando contra viento y marea.
La decisión de descalificarla tomada por los jueces es legal, pues así lo dice el reglamento pero ¿es justa? Los Juegos Paralímpicos, al igual que los Olímpicos, son una competición deportiva con unas reglas estipuladas y uniformes. Sin embargo ¿no debería el espíritu olímpico trascender esta rígida interpretación de las normas? ¿No merecen casos como este convertirse en una excepción? Es fundamental asegurar la equidad mediante el cumplimiento de las normas pero ¿no mostraría mucho mejor el auténtico espíritu olímpico la flexibilidad en casos tan particulares como este?
Más allá de las medallas, su importancia social.
Los Juegos Paralímpicos son una competición muy especial. Mucho más allá de las medallas y los récords conseguidas por las diferentes delegaciones o a título personal, la celebración de esta competición cada cuatro años es un éxito en sí misma.
Estos grandes atletas son un referente, una inspiración para muchos y contribuyen en gran medida a hacer visible el esfuerzo constante de gente que vive de una forma totalmente diferente a la nuestra. Estas personas, cuyas situaciones son casi invisibles durante nuestra vida cotidiana, de pronto se convierten en el centro de atención del mundo entero. Viven cada día, como Teresa Perales, nadando contra viento y marea para superar los obstáculos que la sociedad les plantea a todos los niveles. Para casi todos, el simple hecho de salir a la calle y moverse es aún una carrera de obstáculos casi sin fin. Su ejemplo debería golpear brutalmente nuestras conciencias. Debería recordarnos que victorias o medallas no miden la grandeza y el éxito, lo hace la capacidad de enfrentarse cada día a las adversidades y superarlas con valentía y determinación.
Los Juegos Paralímpicos tendrían que recordarnos que, con su ilusión, todos los obstáculos, por grandes que sean, pueden superarse y que, a pesar de las adversidades, se pueden lograr cosas extraordinarias. Pero deberían también inspirarnos para derribar barreras y para construir un mundo más inclusivo y comprensivo para todos.