Comentario de texto de La Casa de Asterión

La casa de Asterión es un relato dentro de El Aleph, una antología de cuentos de Jorge Luis Borges que se publicó en 1949 en Argentina. Estaba compuesta de un total de trece cuentos y un epílogo. En 1952, publica una segunda edición en la que añade cuatro historias más y una posdata aclaratoria que justifica estas adiciones. Pese a su extensa producción literaria, El Aleph sigue siendo una de sus obras más destacadas por mezclar a lo largo de todos los relatos cuestiones como la fantasía, la metafísica, la religión, la inmortalidad e incluso la muerte.

Sobre Jorge Luis Borges

La figura de Borges como escritor empezó a forjarse desde muy temprana edad gracias a la influencia tanto paterna como materna. La biblioteca de su padre jugó un papel muy relevante en su formación literaria, incluía la Biblia, literatura grecolatina, Las mil y una noches, La divina comedia, textos filosóficos de Hobbes, Schopenhauer, Bacon, Nietzsche… e incluso obras de Shakespeare, Wells, Chesterton y Kipling. En referencia a su influencia materna, de ahí obtiene todo el legado argentino y gauchesco: se formó con obras de Esteban Echeverría, Sarmiento y José Hernández, entre otros. Con el paso del tiempo, la figura de Borges se ha ido engrandeciendo hasta convertirse en autor cumbre de la literatura hispánica. Sin embargo, El Aleph constituye una pequeña brecha en la historia que permite al lector asomarse a su génesis como escritor y observar a un Borges irreverente, agudo y extremadamente ingenioso.

Resúmen y análisis de «La Casa de Asterión»

De entre todos los cuentos que incluye El Aleph, este artículo se centra en “La casa de Asterión”. Este relato toma como punto de partida y fuente de inspiración un mito grecolatino: la leyenda del Minotauro. Sin embargo, Borges le da un giro a la narración y presenta la historia en primera persona y desde el punto de vista de la propia criatura mitológica. Esta no es el monstruo irracional devorahombres que presenta Ovidio en las Metamorfosis, Borges crea a un protagonista ingenuo, juguetón y casi infantil que logra despertar la simpatía del lector. Es importante mencionar que estos matices humanizantes surgen a raíz de la obra pictórica The minotaur, de George Watts. En el cuadro puede apreciarse al minotauro reclinado sobre un muro, está observando el vacío con aire melancólico.

En referencia a los personajes que aparecen en este cuento, cabe destacar diversas cuestiones. Como ya se ha mencionado anteriormente, el protagonista es el minotauro. Sin embargo, esta información no se desvela hasta el final. El lector llega a la conclusión de quién es el protagonista cuando aparecen los personajes de Ariadna y Teseo. También debe señalarse la mención de dos figuras más: Asterión, personaje mitológico que da nombre al protagonista, y Marta Mosquera Eastman, amiga íntima de Borges a quien él dedica el cuento.

El minotauro se distingue de su representación tradicional por diversos matices. En primer lugar, no se siente un prisionero “Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura?”. El aislamiento se lo ha autoimpuesto él: una vez abandonó el laberinto, se sintió desvinculado de la sociedad y no quiso volver a salir, “lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta”. En segundo lugar, se llama Asterión. Este nombre no está elegido de forma aleatoria. Borges bautiza al protagonista con el nombre del padre de Minos, esposo de Pasífae y “padrastro” del minotauro que se menciona en las Metamorfosis. Esto, en su conjunto, aporta un matiz muy irónico a la narración. Además, también hay otras características que le diferencian de su homónimo. En él se aprecia una cierta altanería, “No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera”. Esto deja entrever que no se considera a sí mismo un monstruo y cree que la gente le rehuye por respeto y no por temor. Es un individuo sensible y racional que se encuentra inmerso en una soledad abrumadora. Este simple hecho, el ser consciente de su propia tristeza, ya le distingue de la criatura mitológica original. Como está solo, se entretiene jugando a recorrer la casa en la que vive e incluso llega a desdoblarse en otra persona para fingir que tiene visita. Su comportamiento resulta infantil y entrañable, “corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan, (…) a cualquier hora puedo jugar a estar dormido (…) Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa”. Además, está convencido de que los hombres que entran en su casa están ahí para que él los libre del mal, no es consciente de que vienen a matarle, “Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal.”. También está convencido de que uno de ellos le salvará de su situación, “sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad”. Aquí se muestra la evolución del personaje desde la altanería inicial a la más pura humildad y esperanza.

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Ariadna y Teseo son introducidos brevísimamente al final de la historia. En ningún momento se aclara de forma explícita, pero esto confirma que el protagonista del relato era el minotauro. También se puede intuir con la descripción que hace Asterión de sí mismo, “¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?”. Teseo afirma que, en el momento de la muerte, la criatura no opuso resistencia: esto despierta un sentimiento trágico en el lector porque sabe que Asterión esperaba ser rescatado y que le llevaran a vivir a un lugar mejor, “Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas”.

En referencia a los temas y símbolos que se tratan en la narración, hay algunos que se repiten. Uno de ellos es la delgada frontera entre el traidor y el héroe. En “La casa de Asterión” parece que los papeles entre Teseo y el minotauro se han invertido. Desde el inicio, el lector empatiza con Asterión y esto termina desencadenando una sensación de tragedia porque sabe que Teseo va a matarle. Desde esta perspectiva resulta difícil encajar a Teseo en el papel de héroe clásico: no le cuesta trabajo acabar con Asterión porque él no opone resistencia. Este mismo recurso se utiliza en Emma Zunz: se presenta a una mujer común que urde un plan para matar al propietario de la fábrica en la que trabaja. Sin embargo, el lector descubre que este mató al padre de Zunz y la frontera entre el bien y el mal se desdibuja. Otro tema muy presente en los cuentos son los laberintos, tanto físicos como simbólicos. En este cuento, el laberinto es una construcción real, pero en El Aleph, la descripción total del mundo también resulta laberíntica. Este recurso de laberintos simbólicos también se puede apreciar en La otra muerte, donde el lector no termina de saber si Pedro Damián existió realmente o si fue una invención del propio narrador.

En conclusión, en La Casa de Asterión Borges parte de un tema grecolatino y lo renueva aportando matices humanizantes y controvertidos. Pese a la aparente sencillez de la historia, el autor trata con gran maestría cuestiones tan significativas como la soledad del individuo y el sentimiento de pérdida.

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