Para poder analizar el pensamiento machadiano en Juan de Mairena, primero es necesario entender la figura de Antonio Machado. Con su perspectiva vital, poética y filosófica, consiguió labrar una fructífera carrera literaria que abrió nuevos horizontes tanto en el verso como en la prosa. De este modo, logró construir un universo poético plural a través del cual propuso ideas innovadoras en torno a cuestiones muy diversas.

Algunas de las cuestiones tratadas por el autor a lo largo de Juan de Mairena: sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo son la metafísica, la razón, la fe, la identidad del yo y la heterogeneidad del ser. Esto se puede ver reflejado en el siguiente fragmento de texto, que se encuentra en la parte final del segundo capítulo de la obra mencionada anteriormente.

De lo uno a lo otro es el gran tema de la metafísica. Todo el trabajo de la razón humana tiende a la eliminación del segundo término. Lo otro no existe: tal es la fe racional, la incurable creencia de la razón humana. Identidad = realidad, como si, a fin de cuentas, todo hubiera de ser, absoluta y necesariamente, uno y lo mismo. Pero lo otro no se deja eliminar; subsiste, persiste; es el hueso duro de roer en que la razón se deja los dientes. Abel Martín, con fe poética, no menos humana que la fe racional, creía en lo otro, en «La esencial Heterogeneidad del ser», como si dijéramos en la incurable otredad que padece lo uno.

Para poder comentar este fragmento de texto, primero es necesario comprender que Juan de Mairena es una creación de Machado que está dotada de gran autonomía: elabora y contradice los pensamientos de su maestro, Abel Martín, que también está creado por el propio autor. A través de Mairena, Machado reflexiona sobre lo limitante de la razón como única fuente de conocimiento. Esta intenta eliminar la otredad y la concepción heterogénea del ser, pero no le resulta sencillo. La fe poética frena esta concepción y ofrece otras estrategias para relacionarse con el medio y con otros miembros de la comunidad. Esto es lo que defendía Abel Martín en sus postulados.

El fragmento de texto inicia mencionando la metafísica, más concretamente, la relación que se establece entre individuos. Machado afirma que “Todo poeta debe crearse una metafísica que no necesita exponer, pero que ha de hallarse implícita en su obra”. Por medio de un conjunto de personajes apócrifos que interactúan entre ellos, que escriben y comentan obras y que incluso tienen como referentes a autores reales, Machado medita sobre cómo está compuesto el ser y sobre cómo se relaciona con otros seres.

Esto lo hará a partir de las reflexiones que hace Juan de Mairena sobre las teorías metafísicas de su maestro, Abel Martín. A través de este personaje, Machado se plantea el concepto de la heterogeneidad del ser: busca quebrar la soledad del sujeto unívoco.

Este concepto de la heterogeneidad del ser es muy fructífero en Machado. Busca romper la conciencia solipsista que afirma que solo existe lo que se percibe: quiere establecer un pensamiento que busque abrirse a la otredad, a lo que hay fuera del sujeto. De esta manera, bucea en la identidad del yo para tener una mejor comprensión de lo que es el sujeto.

Busca reconocerse como un individuo fragmentario y diverso para poder trasladarse de un “yo existencial” a un “tú fundamental”. Es decir, no rechaza la idea de que él es un individuo, pero afirma que es fragmentario y está formado de distintas partes. De este yo fragmentado es de donde surgen las distintas personalidades apócrifas que produce Machado. Esto solo puede producirse tras un proceso muy intenso y profundo de exploración y autoconocimiento. Estas perspectivas suelen ser contrarias, pero no excluyentes porque se complementan entre ellas.

En ocasiones, también pueden ser contradictorias, lo cual enriquece aún más el juego literario. A través de Juan de Mairena y del autoconocimiento, Machado busca combatir activamente ese solipsismo que defiende la idea de un único individuo en soledad. El objetivo de esta militancia constante es fragmentar la idea monolítica del yo para lograr una apertura hacia la otredad.

Teniendo en cuenta el objetivo anterior, es fundamental el concepto de fe, que aparece muy matizado. Para el autor, la razón es una fuerza que homogeniza, sin embargo, la fe poética permite la concepción de la heterogeneidad. Es decir, por medio de la fe poética se aproxima a la idea de que el ser es vario, no uno. En esta línea de relación entre las diferentes partes del yo y la otredad, también denomina a la fe poética “fe cristiana” o “fe altruista” porque enlaza directamente con la relación que establece el sujeto con otros individuos. Por tanto, la fe poética es creadora de estos vínculos. También es capaz de otorgar a la imaginación y a la intuición la capacidad de creación de posibilidades que no se contemplan dentro de las vías de la razón. Esta fe creadora representa el ámbito de lo vivo, de lo que está en continua transformación, del mundo interior emocional. Muestra un concepto que ya estaba presente en Unamuno: el flujo de la vida no puede racionalizarse. Es decir, desde el ámbito de la razón no se puede contemplar ni la heterogeneidad del sujeto ni las relaciones que este establece con la otredad, pero la fe poética creadora abre camino a estas nuevas posibilidades desde una perspectiva no cognoscitiva, sino emocional.

Sin embargo, esto no quiere decir que Machado desestimara la perspectiva racional sin tenerla en cuenta. Mairena les dice a sus alumnos que “antes de soltar los andadores de la vieja lógica deben caminar con ellos”. Es decir, para poder rechazar la lógica totalizadora tanto en el yo como en la realidad y abrazar la fe poética como fuerza creadora, se debe proceder de forma metódica. Para esto, se debe invalidar la lógica llevándola hasta sus últimas consecuencias: la fe poética será lo que permanezca tras el análisis exhaustivo de la razón. Para llevar a cabo este proceso, se valdrá del escepticismo. Pero no será destructivo, sino metódico: es un escepticismo liberador en el sentido más puro de la palabra porque
buscará indagar y conocer sin prejuicios.

Por medio de este escepticismo liberador y de la fe poética, el individuo está en permanente apertura cordial e intelectual hacia el otro. Para materializar estos principios, Machado afirma que se debe recurrir al diálogo: solo a través de la conversación con la otredad y del abandono del solipsismo se puede producir la auténtica creación. Siguiendo esta línea de conexión con lo otro, el autor postula que la poesía debe ser humana y colectiva. Por esta razón, apuesta por una poesía comunitaria que nace del pueblo. Considera que el poeta debe esencializar ideas fundamentales como el miedo, la muerte, la libertad, Dios, etc. Estas preocupaciones aúnan a los miembros de la comunidad y permiten que surja la materia a partir de la cual se crea la poesía. Machado convierte estos principios en un socialismo cordial que se basa en atender las necesidades del otro y en el diálogo para lograr la complementariedad entre sujetos. Teniendo en cuenta este modelo poético-social, Machado desaprueba el ensimismamiento de los autores y muestra una actitud de rechazo hacia la poesía vanguardista deshumanizadora. En su lugar, aboga por un compromiso de los intelectuales con la sociedad y propone una obra y unos artistas comprometidos con la realidad de su tiempo. Es decir, se adelanta a los postulados de la poesía comprometida de posguerra y defiende una literatura al servicio de la vida.

En conclusión, las reflexiones de Machado sobre la heterogeneidad del sujeto, la fe poética y la razón se pueden dilucidar a través de sus apócrifos Juan de Mairena y Abel Martín. Además, aunque el contexto histórico no lo propicia, no solo se desmarca de la deshumanización del arte y apuesta por una poesía comprometida, sino que también rechaza el solipsismo en el sujeto y defiende la heterogeneidad del individuo fragmentario.



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