¿Acaso no es Atenea, la diosa de la guerra, también la inteligencia y de las artes? autor: AkerrarenAdarrak

Un mundo a sangre y fuego: la guerra ha moldeado a la humanidad

Muchas veces me he preguntado por qué siempre es la guerra la que aparece de forma obsesiva en los libros de historia y no los avances científicos o médicos. La respuesta es sencilla, es la guerra la que ha moldeado a la humanidad, la que nos ha hecho como somos desde que el mundo es mundo. Tristemente, ha sido la guerra la que ha impulsado nuestros avances científicos, técnicos y hasta médicos. ¿Acaso no es Atenea, la diosa de la guerra, también de la sabiduría y de las artes? Lamentablemente, lo seguirá haciendo per saecula saeculorum.

El Museo del Louvre cuenta con un inmenso catálogo de joyas históricas y artísticas. Recuerdo que, después de unas horas de visita, decidí salir porque me dolía intensamente la cabeza. Tantas coronas, cuadros, estatuas… Me habían agobiado un poco, ciertamente. Pero sin duda, al menos para mí, los artefactos más interesantes son las inscripciones: el Código de Hammurabi o la Estela de los buitres.

En este detalle de la Estela de los Buitres vemos a las falanges victoriosas de Lagash caminando en formación sobre los cuerpos de sus enemigos muertos tras la batalla.
Fuente: auladehistoria.org
En este detalle de la Estela de los Buitres vemos a las falanges victoriosas de Lagash caminando en formación sobre los cuerpos de sus enemigos muertos tras la batalla.
Fuente: auladehistoria.org

Esta última es en realidad un conjunto de fragmentos de un bloque de piedra caliza mucho más grande, perdido en las arenas del actual Irak.

Unos inicios prometedores.

Ese conjunto de fragmentos de piedra demuestran que la guerra ha moldeado a la humanidad desde la noche de los tiempos. En ellos se describe la victoria de la ciudad de Lagash sobre la de Umma hace más de cuatro milenios. La guerra duraba ya casi un siglo. El ejército derrotado cubrió el campo de batalla, 3600 muertos pisoteados por los vencedores. Seguramente esa batalla supuso la aniquilación de la población masculina adulta.

Podrían parecer pocos, pero sin duda fue un desastre demográfico gigantesco para la población de aquella época. Sus líderes fueron ejecutados y los supervivientes esclavizados y deportados en masa. Era lo que se estilaba en la época.

Son los primeros caídos en combate de los que se tiene registro histórico escrito. Desde entonces, el goteo de conflictos ha sido constante. El ser humano no ha aprendido absolutamente nada. Bueno, en eso me equivoco, en realidad ha aprendido mucho. Tanto que aquellos 3600 muertos hoy no serían más que algo testimonial, poco más que una escaramuza en el contexto de la batalla final por la supervivencia de una nación.

Las guerras han cambiado mucho desde entonces. En el I a. C., los romanos ya desplegaron en la batalla de Carras entre 40 y 50.000 legionarios, un ejército imponente. Estos números fueron mucho menores durante la Edad Media y fueron aumentando durante el Renacimiento y los siglos posteriores. Fue durante las Guerras Napoleónicas cuando los números aumentaron exponencialmente: en gran parte de las batallas se desplegaban ya cientos de miles de soldados. Además, la tecnología había evolucionado mucho: espadas, mazas, lanzas, arcos y ballestas pasaron a armas de fuego de todos los calibres.

En la batalla de Tannenberg, en agosto de 1914, recién empezada la Primera Guerra Mundial, el ejército ruso tuvo más de 150.000 bajas entre muertos y heridos. Los prisioneros eran casi 100.000. Esto era solo el aperitivo.
Foto: elindependiente.com
En la batalla de Tannenberg, en agosto de 1914, recién empezada la Primera Guerra Mundial, el ejército ruso tuvo más de 150.000 bajas entre muertos y heridos. Los prisioneros eran casi 100.000. Esto era solo el aperitivo.
Foto: elindependiente.com

El gran salto adelante.

La locura definitiva llegó en la primera mitad del siglo XX. Llegó la fe en la tecnología y la barbarie se apoderó de la cultura —y la oscuridad se extendió como cuando se desborda un río y el fango lo anega todo: destrucción sin piedad, sin sentimiento, pero con una precisión totalmente industrial—. ¿Cuántas vidas se segaron solamente entre 1914 y 1945? ¿100 millones de muertos? Las guerras mundiales; el sometimiento colonial en África y Asia con masacres y hambrunas; la invasión japonesa de China; la guerra civil rusa; la represión de Stalin… Los campos del mundo se regaron con sangre cuando debió hacerse con vino y rosas.

Qué brillante trabajo el del cine anglosajón: trincheras y desembarco en Normandía; Stalingrado y campos de concentración; bombas atómicas. Quizá alguien recuerde la edulcorada historia de Lawrence de Arabia y poco más. Casi todo se quedó en el tintero. Europa y el Pacífico y poquito más.

Desde entonces la tecnología ha evolucionado sin freno. Hoy en día se puede matar a cientos, miles de kilómetros de distancia con una precisión casi quirúrgica gracias a drones de última generación, misiles teledirigidos… siempre hacia adelante y perfeccionándose. A pesar de ello, se siguen produciendo enormes cantidades de muertos, lo que me parece increíble.

El primer misil balístico, el V2. Lanzados desde el otro lado del Canal de la Mancha, los alemanes bombardeaban con sorprendente precisión Londres durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy los drones, pilotados a miles de kilómetros lo son mucho más.
Fuente: bbc.com
El primer misil balístico, el V2. Lanzados desde el otro lado del Canal de la Mancha, los alemanes bombardeaban con sorprendente precisión Londres durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy los drones, pilotados a miles de kilómetros lo son mucho más.
Fuente: bbc.com

Y sin embargo, en los países más avanzados, se ha logrado el sueño de vivir en paz, garantizar la educación gratuita para todos y mejorar la calidad de vida hasta unos límites que nuestros abuelos no podrían haber imaginado. Con voluntad real, estos logros podrían extenderse a todo el mundo. Sería, en cierto modo, “el regalo supremo de Occidente”. 

Un presente realmente dantesco.

Un rosario interminable de guerras, revoluciones y golpes de estado que han jalonado el periodo de 1945 a 2025. Sin embargo, solamente vamos a referirnos a los considerados como los tres más importantes de los últimos años.

La guerra de Ucrania ha salido del foco de las noticias, pero sigue su ritmo lento, de apisonadora, sin detenerse. No parece haber perspectivas (ni intereses) reales de que finalice. El New York Times, en un artículo de junio de 2025, habla de un estudio que cifra las bajas en combate (muertos y heridos) en la increíblemente desastrosa cifra de casi 1 millón y medio. Reconoce, no obstante, que son estimaciones realizadas por varias fuentes, entre ellas los gobiernos de Reino Unido y los EE.UU. con lo que ello significa.

En la Franja de Gaza tenía unos 2 millones de habitantes. La guerra que estalló allí en 2023 es totalmente desigual y asimétrica. Allí las cosas podrían ser incluso peores, los números a veces engañan. La agencia EFE publicaba en noviembre de 2025 que ya habían muerto más de 70.000 personas. Prácticamente todos los muertos son civiles.

La gran diferencia con respecto a Ucrania es que aquí solamente hay un ejército regular en combate, que se enfrenta a organizaciones a las que muchos consideran terroristas. No hay un toma y daca entre iguales. Tenemos que tener en cuenta que estas cifras fueron facilitadas por el Departamento de Sanidad gazatí, controlado por Hamás. Se dice que en torno al 55% de los muertos son mujeres y niños. Aún habiéndose firmado un alto el fuego (que frecuentemente se rompe, sobre todo por parte israelí), los muertos continúan aumentando debido tanto a los ataques como al hambre y las enfermedades. Algo importante a tener en cuenta también es que aquí no se cuentan ni heridos ni desplazados, sólo los muertos.

El tercero de estos colosales conflictos fue el de la guerra de Siria. En 13 años (de 2011 a 2024) produjo la enorme cifra de 618.000 muertos, 113.000 desaparecidos y el exilio de más de 7 millones de personas (según datos del PNUD, publicados por EFE en febrero de 2025). Siria tenía 25 millones de habitantes y, según muchas fuentes, necesitará más de 50 años para recuperarse del desastre y su diáspora ejerce una presión demográfica enorme sobre muchos países. Aún está por ver si este conflicto ha terminado realmente.

Un futuro ciertamente incierto.

Nos toca ahora hablar del futuro, en el que la administración Trump será aún más importante. Y esto es ya mucho decir, teniendo en cuenta su nivel y estilo de intervención —con dimes y diretes, pasos hacia adelante y para atrás— tanto en los conflictos de Gaza y Ucrania como en su relación arancelaria con China o la UE.

La tensión con Venezuela viene de lejos. Fue creciendo hasta que a mediados de noviembre de 2025 dió comienzo la operación “Lanza del sur” (Southern Lance). Los medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco, entre ellos Euronews. Unas semanas antes comenzaron los ataques sobre presuntas lanchas narcotraficantes. Murieron al menos 80 personas. Según el secretario de defensa, Pete Hegseth, se va a desplazar a la zona el portaaviones Gerald R. Ford y unos 10.000 soldados para luchar contra la lacra de los cárteles de la droga (algo que ya amenazaron con hacer en México).

Pero esto no es nada nuevo, es una constante la intervención en todo el continente, siguiendo la doctrina Monroe, buscando una América para los americanos y convertir el Caribe en un mare nostrum. Durante décadas han promovido golpes de Estado e intentando frenar la penetración de la URSS (y ahora de China) y de las ideas izquierdistas (o lo que algunos toman por izquierdistas, que son simplemente dictatoriales).

¿Se plantea ahora una invasión al estilo de las de Granada o Panamá en los 80? Venezuela no tiene la suerte de contar con el respaldo que sí tiene Taiwán frente a China. En caso de una invasión ¿se convertiría Venezuela en otro Vietnam? Es altamente improbable, pero con Trump nunca se sabe.

En cuanto a Europa, ¿nos enfrentamos a una posible escalada de la guerra de Ucrania que afecte a nuestro confortable estado del bienestar? Llevamos en paz desde 1945, cuatro generaciones. Es cierto que ha habido conflictos, y muy crudos, pero todos ellos muy localizados en zonas periféricas —primero en los Balcanes y ahora en Ucrania—. Sin embargo, las cosas parecen estar cambiando radicalmente desde 2022. Se está empezando a parecer demasiado a 1914.

Casi todos los países de la Unión Europea acabaron con el sistema de servicio militar obligatorio hace décadas. La posibilidad de una nueva guerra se veía casi imposible. Con la caída de la URSS se consideró innecesario continuar con la ideologización forzada de la población mediante el servicio de las armas. Además, se consideró que un ejército más pequeño y profesional era lo que se necesitaba para las operaciones que se iban a llevar a cabo a partir de entonces.

Recuerdo que lo acogimos con regocijo al leerlo en la prensa en aquel ya lejano 2001. Sorpresa, fue el PP quien lo hizo, un partido de derechas. ¿Las razones? El periodista José Luis Sastre afirma que se debió a las presiones de los “catalanistas” de CIU. Todo el mundo sabe que Aznar hablaba catalán en la intimidad y habría pactado hasta con el diablo.

Sin embargo, algunos países se han planteado reintroducir la mili y otros ya lo han hecho. Por el momento solo es voluntaria, pero si no se alcanza el número necesario de reclutas, ¿se haría obligatoria? El ministro de defensa alemán, Boris Pistorius, declaró ya en 2024 que debemos estar preparados para una guerra para 2029. Se les ofrecerá 2600€ por recluta, otros como Bélgica ofrecen 2000€. Teniendo en cuenta la situación laboral actual generalizada, es goloso ¿no?

Se ha invertido muchísimo dinero en material bélico pero, repentinamente, los Estados Mayores se han dado cuenta de que no hay soldados suficientes.

Dudas razonables

Llegados a este punto, me surgen dos preguntas que creo que son importantes:

Por un lado, ¿una sociedad acomodada y acostumbrada a ver la guerra por televisión, a miles de kilómetros, cogerá las armas para defender su modo de vida? El otro día hablaba con una mujer polaca afincada en España desde hace más de 20 años. Los maridos de sus primas han recibido una carta notificándoles que si reciben otra deben presentarse en 48 horas en la oficina de reclutamiento más cercana. Los que tienen dinero ya han empezado a buscar casa fuera de Polonia.

Y por otro, si en Europa nos enzarzamos en una guerra generalizada ¿cómo reaccionaría la enorme cantidad de inmigrantes que viven en nuestras fronteras? Han contribuido a que no colapsen nuestros sistemas sociales y económicos, pero sus orígenes están muy lejos de donde viven. En algunos países esta población constituye más del 10% y además muchos de ellos son jóvenes en edad militar. No pongo en duda su lealtad —aquellos que tienen contratos en regla pagan sus impuestos, respetan las leyes, cumplen con sus deberes y hacen correcto uso y disfrute de sus derechos, eso es patriotismo y lealtad, no envolverse en la bandera y gritar consignas—. Sin embargo estoy hablando de supervivencia. Yo en su lugar creo que no tendría muchas dudas ¿y vosotros?

En Occidente llevamos 4 generaciones de paz y crecimiento sostenido, casi un siglo. Esto es algo poco común en la historia; y sin embargo, el colapso total parece cada vez más cerca. ¿De verdad alguien puede estar interesado en que semejante catástrofe ocurra? La guerra ha moldeado a la humanidad y seguirá haciéndolo. Como decía el gran Obelix: «estos romanos están majaretas».

Roberto Ruiz Rodiño

Licenciado en Historia, la Universidad de Cantabria es su alma mater. Con un pedacito de su corazón entre España, Italia, Irlanda y Polonia. Conversador y amante de las pequeñas y grandes historias. Apasionado de los viajes, la lectura, el cine, la escritura. Disfruta del rugby, la brisa marina, la buena mesa y la sobremesa. Verdiblanco hasta la médula, sufre con el Racing de Santander. Profesor de ELE, Historia y Cultura de España, guía turístico y traductor... Ahora, inmerso en una nueva reinvención, el destino le ha llevado a Bye Bye Viernes.

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