Si pensabas que Pablo Escobar ha sido el mayor traficante de la Historia, te vas a llevar una sorpresa. Es indiscutible, ese dudoso honor lo posee uno de los Estados europeos más ricos e influyentes de todos los tiempos. En su apogeo extendió su poder por los cinco continentes. Durante el s. XIX, gracias a su poderosa armada, dominó a su antojo la rutas comerciales. Logró convertir un anestésico en una arma económica que desestabilizó China y con ello el equilibrio global. Sus cañoneras llevaron la diplomacia escupiendo fuego a todo el orbe y redefinieron la política imperialista occidental, abriendo fronteras y mercados a sangre y fuego. Esta es la historia de cómo el opio cambió el mundo.
Kurofune: negros barcos frente a Japón
Algunos aún confiaban en que el Viento Divino les salvaría nuevamente de los bárbaros extranjeros, como ocurrió frente a las hordas de Kublai Kan. Sin embargo, otros se dieron cuenta al instante de que aquello era el principio del fin de una era. El olor a pólvora y el ruido de sables que llegaba del otro lado del mar desde hacía años mostraban la inutilidad de cualquier resistencia. Los grandes ejércitos chinos habían sido barridos del campo de batalla rápidamente y sin piedad. Cuatro negros navíos, los kurofune, habían anclado en el puerto de Uraga al amanecer del 8 de julio de 1853. Lanzaban humo por sus extrañas chimeneas y sus costados podían escupir fuego como terribles dragones. Sus banderas al viento estaban llenas de barras y estrellas y su líder era un tal Matthew Perry.
Una joven nación, llena de energía y confianza, se lanzó contra uno de los imperios más antiguos y cerrados del mundo. Sin embargo, todo había comenzado unos años antes, en 1839. Aquel año fue el punto de inflexión definitivo, Gran Bretaña comenzó a utilizar la fuerza contra China para abrir sus fronteras a un comercio muy especial. Se ponía de moda la conocida como «Política de las Cañoneras». ¿Por qué no iba a utilizarlo EEUU? La doctrina Monroe había dictado que América era para los americanos pero ¿y el resto del mundo? Nadie quería quedarse atrás en la nueva ola de construcción de imperios y Asia estaba ya madura para la recolección.
Zhōngguó: el Imperio del Centro
La Ruta de la Seda había conectado China con el mundo mediterráneo y europeo desde la noche de los tiempos. A través de ella llegaban al Imperio Romano y sus sucesores cantidades enormes de productos de lujo (telas, tintes, especias…). Todo el comercio se vio obstaculizado primero con el monopolio veneciano y genovés durante la Edad Media y más tarde cuando los turcos otomanos conquistaron Bizancio.
Era de verdad un grave problema para los europeos. Encabezados por Portugal y más tarde Castilla, empezaron a buscar rutas alternativas que les llevaran al contacto directo con China. Los relatos de los pocos europeos que habían estado allí, sobre todo el de Marco Polo, hablaban de Catay, un imperio enorme con fabulosas riquezas. Los productos llegados por la Ruta de la Seda lo confirmaban. Poco a poco, los portugueses fueron dando la vuelta a África para llegar primero hasta la India, luego a las Islas de las especias y finalmente hasta la misma China. A la vez, los castellanos, buscando una ruta occidental, se toparon con América. Sin embargo, al poco tiempo, Magallanes y El Cano encontraban una ruta que les permitía llegar hasta Filipinas, a tiro de piedra de China. Con portugueses y castellanos llegaron los jesuitas, que tuvieron una importancia enorme en el conocimiento de ese gran país. Finalmente llegaron los holandeses, franceses e ingleses.
El imperio chino continuó siendo durante los siguientes 300 años un país autosuficiente y cerrado a cal y canto al comercio europeo. Producían todo lo necesario para su inmenso mercado interior y para el exterior. Los europeos no tenían nada que les pudiera interesar, salvo la plata que llegaba en cantidades ingentes de las posesiones españolas en América. El Galeón de Manila recorrió la ruta del Pacífico entre Acapulco y Filipinas durante casi 300 años.
El control de la India: el comienzo del fin
Inicialmente los portugueses se habían establecido en zonas costeras en pequeñas factorías, enclaves comerciales diminutos pero muy estratégicos. No estaban interesados en la posesión de territorios que, por su pequeño tamaño, Portugal no podría defender. Castilla tampoco estaba muy interesada en obtener territorios en un lugar tan lejano y difícil de conquistar, América absorbía casi todas sus fuerzas. Además, entre 1580 y 1640, los territorios portugueses se unieron a los hispanos por la unión dinástica de los Felipes españoles.
Fueron los franceses y los ingleses los que realmente se tomaron en serio el control de grandes masas de territorios y gentes en el continente asiático. La India fue el objetivo principal y allí se enfrentaron en sangrientas guerras durante el siglo XVIII ambos reinos. Finalmente, los británicos de la Compañía de las Indias Orientales salieron victoriosos. Su control sobre la India fue creciendo poco a poco hasta dominar todo el subcontinente y comenzaron su expansión económica hacia China.
A comienzos del siglo XIX la derrota de Napoleón supuso el definitivo control de los mares, no había rival para la Royal Navy. Tampoco había nadie que hiciera sombra a su poderío industrial: Francia derrotada se lamía las heridas, esperando recuperarse lo antes posible. España vio destruida su incipiente industria durante las Guerras Napoleónicas y había perdido sus posesiones y riquezas en América. El imperio austríaco y Rusia eran naciones terrestres, atrasadas y agrícolas. Prusia aún no representaba ninguna amenaza ni militar ni industrial.
La hambrienta industria británica no tenía suficiente con Europa y América, necesitaban más y mayores mercados para sus productos. China comenzó a verse en el horizonte como el gran objetivo, sin embargo, era plenamente autosuficiente en lo económico y lo industrial.
Abrir su mercado era una prioridad y la oportunidad la crearon ciertos hombres de negocios gracias al cultivo del opio en Bengala. Ese producto se venía utilizando desde hacía mucho tiempo como medicina por sus cualidades anestésicas y se había introducido en China desde antes de la llegada de los británicos. Sin embargo, se había desarrollado un consumo que nada tenía que ver con sus propiedades medicinales. Se empezó a vender para fumar, lo que causaba grandes problemas a la población ya que es una droga altamente adictiva. Las autoridades chinas intentaron sin éxito erradicar su comercio publicando varios edictos imperiales durante los siglos XVIII y XIX pero todo fue en vano. El comercio ilegal florecía más que nunca en la década de 1830 y era una gran fuente de corrupción en la administración del Celeste Imperio. Mientras el pueblo chino se convertía en drogadicto, algunos británicos y estadounidenses se enriquecían a través del puerto franco de Cantón.
Toda resistencia es inútil
Los británicos habían conseguido el monopolio del comercio con China, pero en 1834 llegó a su fin, con lo que el comercio del opio se convirtió definitivamente en ilegal. La corte del Celeste Imperio había visto dos grandes problemas e intentaba atajarlos: uno moral, por los grandes problemas de salud que el consumo del opio causaba al pueblo; y otro económico, puesto que el comercio del opio drenaba una enorme cantidad de plata fuera del país hacia Gran Bretaña.
Se iniciaba el camino hacia uno de los conflictos más importantes de la historia reciente. Tras la destrucción de unos cargamentos ilegales de opio en 1839, los comerciantes afectados escribieron una carta al Parlamento pidiendo una satisfacción y esgrimiendo el prejuicio causado al comercio británico (recuerda al episodio que dio lugar a la Guerra de la Oreja de Jenkins). Un año más tarde se decidió el envío de una fuerza expedicionaria. La guerra duró 3 largos años y fue desastrosa para China. Supuso la primera firma de los llamados «tratados desiguales» y abrió la puerta definitivamente a la intromisión de otras naciones occidentales. No solo las indemnizaciones que tuvo que pagar China fueron astronómicas, también se le obligó a ceder algunos territorios importantísimos como la isla de Hong Kong. Este conflicto está muy narrado en la película china titulada The opium war, de 1997.
Años más tarde, los franceses se unirían a la nueva aventura británica en otra guerra, igual de rápida y desigual entre 1856 y 1860. El botín fue tan grande que los británicos decidieron crear en 1865 un banco que lo gestionara, nacía el HSBC, uno de los bancos más grandes del mundo en la actualidad. Se daba el pistoletazo de salida al despiece de China en zonas de influencia. Británicos, franceses, estadounidenses, prusianos, rusos, austrohúngaros, italianos, incluso Japón, todos querían su parte del botín. Se crearon una serie de zonas bajo la administración de las potencias extranjeras.
La debilidad china supuso el comienzo a un siglo de humillación que trajo consecuencias que perduran en la actualidad. Durante la segunda mitad del s. XIX hubo revueltas periódicas contra la ocupación extranjera que fueron sofocadas siempre a sangre y fuego. La más famosa de ellas fue la rebelión de los boxer, apoyada por la corte imperial, entre 1900 y 1901. El clásico de Hollywood, 55 días en Peking, trata sobre este tema.
Todo continuó durante las primera mitad del s. XX, después más de 2000 años de gobierno imperial ininterrumpido, en 1912 caía el último emperador, es muy recomendable la película de Bernardo Bertolucci, El último emperador, de 1987. El país se convertía en un lugar anárquico en el que numerosos señores de la guerra se enfrentaban por el poder al mismo tiempo en que se Japón se expandía por Manchuria y después hacia el sur en busca de recursos energéticos para su industria. En 1949 finalmente el final del conflicto supuso la victoria del régimen comunista de Mao y la separación de la isla de Taiwán. Comenzaba así un largo, penoso y sangriento proceso de reconstrucción de su poderío industrial y militar que le ha llevado a convertirse en el mayor rival de Occidente.
El dragón aguarda pacientemente
Parece que ha llegado el momento de que China busque el camino de la revancha histórica tratando de recuperar el sitio que siempre tubo, renovando la Ruta de la Seda, volviendo a ser la gran potencia económica y militar que siempre fue hasta que el opio cambió el mundo. ¿Ha llegado su impulso económico para dominar África, Iberoamérica y Europa? Militarmente es una amenaza constante para Japón y Taiwán, la «provincia rebelde».
Hemos de ser conscientes de que esto supone un peligro inminente para la seguridad de la paz mundial. ¿Encontrarán finalmente en Rusia el aliado fundamental que necesitan? ¿Podrán soportar durante mucho tiempo los EEUU la intromisión en su patio trasero y la amenaza constante sobre su pequeño pero fundamental aliado que es Taiwán? ¿Qué papel jugará otro gran actor asiático en conflicto con China como es La India? Solo el tiempo nos proporcionará las respuestas a todo esto y podría ser en un periodo más breve del deseado por todos.