Ayer mi novia y yo quedamos con una amiga a la que hacía más de 6 meses que no veíamos. La conocimos en un voluntariado que hicimos en Eslovenia el verano pasado. Liublanesa de toda la vida, se había mudado a París para realizar su máster.

“¿Qué te parece la ciudad?”, le preguntó mi pareja, una vez sentados en un bar.

“Si te soy sincera, aún no he tenido tiempo de disfrutar de París. La uni me ocupa casi todo mi tiempo”

La vi agobiada. Se esforzaba por sonreír, pero se notaba que era eso: un esfuerzo. No había tenido tiempo de visitar museos ni tampoco de conocer la ciudad. Además de eso, mudarse a una ciudad como París sin conocer a nadie antes puede ser solitario.

“¿Y tú?”, me preguntó. “¿Ahora vives en París?”

Le conté que no; que estaba pasando mis últimos días de vacaciones en casa de mi pareja antes de volver a la universidad.

“Es verdad que me dijiste que ibas a la uni”, dijo haciendo memoria. “Tú estudiabas en Inglaterra, ¿no?”

Hice que sí con la cabeza.

“Solo me queda un semestre ya”

“¿Y después qué harás?”, preguntó. “¿Volver a Barcelona?”

“Precisamente hoy he enviado una solicitud para un voluntariado de larga estancia en Eslovenia”

Sonrió.

“Espero que te acepten la solicitud”, me dijo.

Yo también lo esperaba. Me encontraba a punto de acabar mi carrera y hasta ayer, no tenía idea de qué hacer con mi vida. Enviar esa solicitud marcó el inicio del final de mi etapa universitaria. La respuesta a la pregunta “¿y ahora qué?”.

“Sé que es un cliché, pero vivir aquí me ha permitido valorar Eslovenia” dijo ella.

“Es un país maravilloso”

Seguimos hablando de nuestros amigos en común, de lo que nos había sucedido estos meses y de lo que esperábamos del 2023. A las once o así ya estábamos saliendo del bar. Ella tenía un exámen al día siguiente y no quería ir a dormir tarde. Le di un abrazo, le deseé suerte y le dije que la próxima vez que me encontrara en París la avisaría.

Volvimos al apartamento a paso ligero, debido al frío que hacía. Me puse a pensar en los dos meses que pasé en Eslovenia en verano y de lo mucho que significó aquel viaje para mí. Cuando haces un gran viaje te acompaña para toda la vida. Puedes revisitar esos momentos felices con tremenda facilidad. Me pongo a pensar en ello, y una sonrisa tonta da un golpe de estado en mi cara. ¿Acaso puedes vivir constantemente creando esos recuerdos? En un estado de perfección embriagadora. A mí me sucede solo, como ya he dicho, cuando estoy viajando. Casi como si aquellos viajes fueran alimento para mi espíritu, y el resto del año lo pasara ayunando.